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En la plena área metropolitana de Cali, específicamente en el municipio de Jamundí, una sombra de miedo se cierne sobre la comunidad debido al régimen de terror impuesto por las disidencias de las FARC, lideradas por el temido Iván Mordisco. Más allá del patrullaje intimidante de hombres armados y uniformados en motocicletas, la situación se complica con la construcción de una carretera ilegal destinada a conectar la región con el mar Pacífico.
Las pruebas recopiladas revelan la magnitud del ambicioso proyecto de las disidencias de las FARC en esta zona de Colombia. El avance de la construcción ha resultado en una de las mayores talas de bosques y daños ambientales registrados en el país. Esta devastación no solo es una afrenta a la naturaleza, sino también un claro indicativo de las peligrosas intenciones detrás de esta infraestructura clandestina.
El objetivo principal de esta arteria ilegal es unir la zona rural de Jamundí con el mar, facilitando así el transporte de grandes cargamentos de droga. Para alcanzar este fin, las disidencias han recurrido a tácticas brutales: más de 20 máquinas amarillas han sido robadas, y centenares de personas han sido secuestradas para esclavizarlas en trabajos de construcción, remoción de escombros y mantenimiento de la carretera.
En la actualidad, las disidencias se encuentran a menos de dos kilómetros de lograr su conexión planeada entre Jamundí y El Naya. Este enlace permitirá a vehículos pesados transportar toneladas de droga, aumentando significativamente la frecuencia de los cargamentos enviados al extranjero. Es un cambio significativo respecto a épocas anteriores, cuando el transporte de drogas se realizaba mediante mulas.
Lo más alarmante es que estas actividades ilícitas se perpetúan a través de las peculiares «leyes» impuestas por las disidencias en la región bajo su control. Un equipo periodístico se aventuró en esta zona para verificar las denuncias realizadas por varios líderes locales, encontrándose con pancartas, pasacalles y grafitis que proclamaban el territorio como propiedad de Mordisco. El primer puesto de control de los criminales se ubica en el corregimiento Ampudia, a tan solo diez minutos en automóvil desde el centro de Jamundí.
Los retenes son omnipresentes en las veredas Cascarilla, Pradera, La Cima, La Liberia y Ampudia, operando desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde. Cualquier individuo que ingrese o salga de la zona debe reportarse con la columna Jaime Martínez, según relata un líder campesino local. Este control absoluto sobre la movilidad de la población refleja el poder intimidante que estas disidencias han logrado consolidar en la región.
El impacto de esta situación trasciende lo local, afectando no solo la seguridad y la calidad de vida de los habitantes de Jamundí, sino también contribuyendo a la creciente crisis ambiental en Colombia. La carretera ilegal, construida a expensas de la biodiversidad, se erige como un símbolo de la lucha constante entre la legalidad y el crimen organizado en la región, exigiendo una respuesta efectiva por parte de las autoridades para proteger a la comunidad y preservar el entorno natural.




