
En los últimos doce meses, el costo de la canasta básica ha experimentado un aumento que no pasa desapercibido en los hogares. Lo que antes alcanzaba para llenar el mercado ahora parece desvanecerse entre góndolas y bolsas cada vez más ligeras.
Según cifras recientes del sector, productos esenciales como el arroz, el aceite y el azúcar encabezaron las alzas, con incrementos de hasta el 20 %. El pan, por ejemplo, pasó de ser un infaltable en la mesa a un artículo que muchas familias consumen con menor frecuencia.
“Uno viene al mercado con la misma plata de siempre, pero ya no alcanza para todo”, cuenta doña Mariela, madre de tres hijos que cada quince días ajusta sus cuentas entre la lista del colegio y la comida. Su caso no es aislado: miles de hogares están modificando sus hábitos de compra, priorizando lo indispensable y dejando de lado productos que antes eran habituales.
Los expertos señalan que la inflación, los costos de transporte y la volatilidad de los precios internacionales de granos y combustibles son factores clave en esta escalada. Sin embargo, también advierten que el impacto no es homogéneo: mientras algunas ciudades han visto incrementos más altos en verduras y frutas, en otras el golpe fuerte viene por los lácteos.
La pregunta que flota en el aire es cómo se están adaptando los consumidores. La respuesta parece ser la creatividad: desde reemplazar carnes por leguminosas, hasta buscar ofertas en plazas de mercado. En medio de la incertidumbre, la canasta básica ya no es tan básica, y cada compra se convierte en un ejercicio de equilibrio económico.




