La caída de Milei ya no es una hipótesis, es un hecho político

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El presidente argentino Javier Milei atraviesa el momento más crítico desde que asumió el poder, con una combinación explosiva de acusaciones de corrupción, pérdida de apoyo social, derrotas parlamentarias y un creciente desgaste en su imagen pública.

El escándalo más grave involucra directamente a su hermana y principal asesora, Karina Milei, señalada en grabaciones por recibir un porcentaje de sobornos vinculados a la Agencia Nacional de Discapacidad. En esos audios, atribuidos al exdirector del organismo Diego Spagnuolo —cercano al presidente— se afirma que “Karina se lleva el 3 %” de los contratos, lo que sugiere un esquema de retornos en medicamentos destinados a personas con discapacidad. Este caso, que ya es investigado por el juez federal Sebastián Casanello mediante allanamientos y la incautación de teléfonos y documentos, amenaza con convertirse en el mayor golpe político y ético al oficialismo.

El impacto se refleja en las encuestas: un informe de la Universidad Torcuato Di Tella reveló una caída de más de 13 puntos en la confianza ciudadana en un solo mes, la más fuerte desde la crisis del 2001. Otra encuesta indica que más del 60 % de la población cree que los audios son pruebas reales de corrupción, lo que muestra que la versión del presidente sobre una “operación política” no convence más allá de su núcleo duro de votantes.

Al mismo tiempo, Milei sufre derrotas constantes en el Congreso, lo que debilita su capacidad de gobierno. Según el politólogo Andrés Malamud, desde abril de 2025 perdió 16 de 17 votaciones, entre ellas el rechazo del Senado a varios de sus decretos de ajuste y la anulación en Diputados de su veto a la ley de emergencia en discapacidad. Incluso sectores que lo apoyaban comienzan a mostrar fisuras.

En lo económico, el panorama también se complica. El riesgo país volvió a superar los 800 puntos básicos, encareciendo el financiamiento externo y poniendo en riesgo los compromisos de deuda de 2026. La aparente estabilidad de los primeros meses se ha desmoronado, con señales de nueva fragilidad macroeconómica.

En las calles, la tensión se hace evidente. El 26 de agosto, Milei fue atacado con piedras y huevos durante un acto en Buenos Aires y tuvo que ser evacuado bajo un fuerte dispositivo de seguridad. La escena del presidente refugiándose tras un escudo policial y dentro de una camioneta blindada circuló por el mundo, proyectando la imagen de un líder debilitado y acorralado por la protesta social.

Los sondeos también muestran su retroceso en la competencia política. La consultora Trespuntozero lo ubica en tercer lugar en imagen pública, detrás de Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner. De esta forma, el mandatario que se presentaba como “el león que acabaría con la casta” ahora es percibido como un dirigente atrapado en las mismas lógicas de poder que prometió combatir.

En síntesis, Milei enfrenta una tormenta política y social autoinfligida: corrupción en su entorno más cercano, pérdida de respaldo ciudadano, crisis económica que reaparece y un Congreso que bloquea sus iniciativas. El relato del outsider que venía a destruir privilegios se ha transformado en la figura de un presidente aislado, sostenido únicamente por los tribunales y las fuerzas de seguridad.

Su principal amenaza no proviene de enemigos externos, sino de sus propias contradicciones y fracasos internos. El dirigente que prometió dinamitar la casta ha terminado, según críticos y analistas, absorbido por ella, sin que la “motosierra” con la que construyó su identidad política logre ocultar la magnitud de la crisis que enfrenta.


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