La vía Briceño-Tunja-Sogamoso (BTS), concebida como un motor de desarrollo regional, terminó convertida en un símbolo de abandono, negocio fácil y peligro cotidiano. Mientras los conductores sorteaban huecos, derrumbes y señalización deficiente, la concesión priorizó la instalación de cámaras de fotomultas, no para prevenir accidentes, sino para recaudar con eficacia matemática.Cada semana aparecían nuevos dispositivos, ocultos en curvas mal señalizadas, en tramos sin mantenimiento, en zonas con límites de velocidad confusos. Un despliegue tecnológico más útil para castigar al conductor que para salvar su vida. El modelo de gestión, lejos de ofrecer garantías mínimas, se ha dedicado a sancionar al ciudadano atrapado entre la desidia estatal y la avaricia concesionaria.Tramos como Paipa-Tunja o Sogamoso-Duitama muestran el verdadero rostro de esta vía: cráteres que destrozan vehículos, falta de iluminación, defensas metálicas ausentes y una señalización que, en muchos casos, simplemente no existe. Sin embargo, los peajes se cobran con precisión y las multas llegan puntuales, como si el servicio fuera impecable.El mensaje que envió la concesión fue claro: el conductor no es un usuario a proteger, sino un objetivo financiero.Al respecto, el político boyacense Luis Carlos Bernal manifestó en medios de comunicación que “la BTS es una vía peligrosa, insegura y olvidada por el Gobierno Nacional. Mientras se instalan cámaras por todo lado, los huecos siguen multiplicándose. Es indignante que se prefiera sancionar antes que proteger”.Las víctimas siguen aumentando y, hasta ahora, la Agencia Nacional de Infraestructura guarda un silencio cómplice. No hay informes públicos que respalden el uso indiscriminado de cámaras, mientras la vía se cae a pedazos.La exigencia ciudadana ya no admite postergaciones: ni una cámara más hasta que arreglen la vía. No es aceptable seguir multando mientras se ignoran los huecos, la señalización y la vida misma. La seguridad no se mide en fotodetecciones, sino en carreteras que no maten.




