LA BATALLA DE LAS ALMAS RENCOROSAS

La filósofa francesa Cynthia Fleury explica en su libro, que presentará aquí en agosto, que la suma de personas que hacen del odio una identidad puede traducirse políticamente en fascismo.
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Existe un modo de pensar el alma como materialidad. Como un campo que se extiende sobre el que es posible realizar un trabajo etnográfico. En el interior de cada cuerpo está ocurriendo un desastre. Las almas entran en una batalla inútil, las personas se atormentan. Hay un odio que se vuelve asimilable, que parece tener la forma confusa de la normalidad. Se expresa en conversaciones triviales, se intercambia como un tema común en una esfera ideológica compuesta por seres heridos y un día se revela como un mecanismo disimulado de politización justamente cuando los individuos que le dan corporalidad al resentimiento se jactaban de su desinterés por la política. El resentimiento puede ser el motor de la historia pero no resulta muy aconsejable dejarlo avanzar. Para la filósofa francesa Cynthia Fleury el amontonamiento de personas que hacen del rencor una identidad y un lugar de permanencia puede traducirse políticamente en fascismoAquí yace la amargura. Cómo curar el resentimiento que corroe nuestras vidas, el libro que Fleury vendrá a presentar en agosto a Buenos Aires, durante la Feria de Editores, se ocupa de la articulación entre psicología y política.

Inspirada en los trabajos de Wilhelm Reich, especialmente en esa imagen que proponía el médico psiquiatra austríaco cuando en Psicología de las masas del fascismo (1933) indicaba que era imprescindible conocer las vidas de cada una de las personas socialmente oprimidas que habían hecho posible la llegada de Hitler al poder.

La psicóloga francesa no quiere en este libro publicado por Siglo XXI pensar en los líderes capaces de proponer ideas alucinadas para compensar las humillaciones de miles de almas resentidas. Fleury prefiere dilucidar cómo se instala esa enfermedad del rencor en cada cuerpo y de qué modo esa tiranía del odio ahoga toda experiencia.

La función del líder es legitimar esa ponzoña instalada y permitir que se manifieste sin pudores. Hay algo que se debe aprender a dominar porque el rencor también genera una forma de brutalidad.

Un capital simbólico

La lectura del libro deja en claro que para pelear contra el resentimiento se necesita de un capital simbólico porque todos podemos ser habitados por ese sentimiento (incluso los analistas en la tarea del consultorio). De hecho las sociedades actuales lo estimulan, crean situaciones donde parece que no existe otra opción que convertirse en sujeto del rencor. Allí desaparece todo discernimiento y el sujeto se instala en un dolor que lo protege, que le brinda una explicación clara del entorno pero que lo inhabilita para la acción.


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