La ciudad de Ipiales vivió días de música, color y alegría con la realización del XI Festival Nacional e Internacional de Danzas en la Tierra del Maíz, un encuentro que ya es tradición y que este año volvió a reunir a delegaciones de diferentes regiones del país y de escenarios internacionales. En medio de este imponente marco cultural, la Compañía de Danzas Killawayra se erigió como uno de los grupos más aplaudidos y ovacionados del certamen.
Bajo la dirección del talentoso maestro Fernando Estrada Mideros, los integrantes de Killawayra ofrecieron una puesta en escena que desbordó energía, precisión técnica y un profundo sentido de pertenencia por la tierra nariñense. Cada coreografía, cuidadosamente diseñada, narraba historias de la tradición popular, fusionando el vigor de los movimientos con la delicadeza de los símbolos culturales que identifican al sur de Colombia.
Memoria colectiva
El repertorio presentado fue un homenaje vivo a la identidad de los pueblos andinos, evocando paisajes, creencias y emociones que conectaron al público con lo más profundo de la memoria colectiva. La música, los trajes coloridos y los pasos llenos de expresividad generaron un espectáculo inolvidable que arrancó prolongados aplausos en el escenario ipialeño.
La participación de bailarines como Jessica Cuarán Arteaga y David Burbano Vallejo dio muestra del gran talento que surge de las nuevas generaciones, jóvenes que han asumido con orgullo el compromiso de preservar y difundir el legado cultural a través de la danza. Su disciplina y entrega sobre el escenario fueron reconocidas por el público y por los jurados del festival, quienes resaltaron la calidad artística de la agrupación.
Puente de unión
Más allá del espectáculo, la presencia de Killawayra en este evento refuerza el papel de la danza como puente de unión entre comunidades y naciones, un lenguaje universal que permite encontrarse en la diferencia y celebrar la diversidad cultural. “Cada presentación es un homenaje a nuestras raíces y una forma de decirle al mundo que Nariño tiene un corazón que late al ritmo de la danza”, expresó emocionado el maestro Fernando Estrada Mideros. El Festival de la Tierra del Maíz no solo fue un escenario de competencia, sino también un espacio de intercambio cultural y hermandad. Allí, Killawayra se convirtió en un embajador de la identidad nariñense, demostrando que la danza no es únicamente un arte escénico, sino también un acto de resistencia, orgullo y amor por la tierra.


