Lo vivido en los Juegos Intercolegiados de Montería fue una demostración de que el talento deportivo colombiano rebosa en cada rincón del país. Jóvenes atletas, muchos sin grandes recursos ni focos mediáticos, mostraron que el deporte sigue siendo una herramienta de transformación social. Desde el atletismo hasta el fútbol femenino, la pasión y disciplina de estos chicos dejaron claro que el futuro está asegurado si se invierte en ellos. Lo que se vio no fue solo competencia: fue hambre de superación, entrega y amor por la camiseta. En medio de tantas noticias grises, los Intercolegiados fueron una bocanada de esperanza. Montería se convirtió en vitrina del talento nacional, y ojalá los dirigentes deportivos lo entiendan: lo que necesita Colombia no es más discursos, sino programas sostenidos de apoyo. Porque el talento ya está; falta creer, invertir y acompañar.




