En medio de una sociedad cada vez más acelerada, donde muchos jóvenes se enfrentan a crisis personales, dudas existenciales y entornos hostiles, un grupo de pastusos ha encontrado una manera distinta de crecer, sanar y reconectar con lo verdaderamente esencial. Se trata de un espacio semanal que, desde la fe y la fraternidad, ofrece un camino de transformación.
Este grupo fue creado por Daniel Burbano, Alejandra Viteri Guerrero y Julissa Quintero, quienes decidieron abrir un espacio íntimo y auténtico donde cada joven pudiera reencontrarse con su propósito de vida a través de la espiritualidad. Las reuniones se realizan todos los miércoles a las 7:30 p.m., y han pasado de ser simples encuentros informales a convertirse en una verdadera comunidad de fe, apoyo emocional y desarrollo humano.
El grupo, que no pertenece a ninguna congregación religiosa específica, se caracteriza por su apertura, su enfoque basado en el amor y su compromiso con el crecimiento personal de cada uno de sus integrantes. Es el primer y único espacio de este tipo en la ciudad de Pasto.
Encuentro
Cada reunión se convierte en un momento sagrado de conexión, donde los asistentes reflexionan sobre su vida a la luz de la Palabra de Dios, comparten sus experiencias más profundas, oran juntos y se acompañan en sus procesos personales. Lo que distingue este grupo no es solo la espiritualidad, sino la honestidad con la que se viven los encuentros: sin máscaras, sin juicios, con la certeza de que cada uno está allí para construir y ser construido.
El grupo está conformado por un equipo diverso de jóvenes comprometidos con su transformación interior: Heiman Ordóñez, Heyder Gómez, Juan José Mosquera, Kevin Mata, Aide Chaguezac, Diana Burbano, Paula Bastante, Laura Córdoba, Javier Astaiza, Jhobany Córdoba, Fernando Erazo y Carlos Gallardo. Cada uno, desde su historia y su experiencia, aporta a este proceso colectivo.
Al inicio de cada sesión se realiza una oración de apertura, seguida de una lectura bíblica o una reflexión motivacional. Luego se abre un espacio de diálogo donde los asistentes comparten lo que sienten, lo que están viviendo o aprendiendo. Finalmente, se cierra con una oración grupal o una dinámica de agradecimiento. Los encuentros también incluyen cantos, abrazos sinceros y, en ocasiones, momentos de silencio profundo.
Propósito
El objetivo del grupo no es adoctrinar, sino acompañar. Aquí no se impone una doctrina, sino que se ofrece un camino. Los líderes coinciden en que lo más importante es que cada joven descubra por sí mismo su conexión con Dios y con su propio corazón. “Este grupo no busca seguidores, busca valientes que quieran sanar, construir y vivir con propósito”, afirma Daniel Burbano.
Alejandra Viteri destaca que “cada encuentro es una oportunidad para liberar cargas, encontrar paz, recordar que no estamos solos y que Dios sigue hablando, si estamos dispuestos a escucharlo”. Por su parte, Julissa Quintero resalta el amor que se ha tejido entre los participantes, convirtiendo el grupo en una familia espiritual.
Más allá de lo espiritual, el grupo ha tenido un impacto positivo en la vida cotidiana de los jóvenes: mejora en su autoestima, mayor claridad en sus decisiones, relaciones más sanas y una renovada motivación por vivir con sentido. Algunos han superado momentos difíciles, otros han retomado sueños olvidados, y muchos han encontrado por primera vez un espacio donde pueden ser ellos mismos.



