Joven es acosada y manoseada por un pervertido.

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El barrio La Granja, al norte de Tunja, se convirtió en el escenario de un indignante episodio que volvió a poner en evidencia la vulnerabilidad de las mujeres en espacios públicos. En la madrugada del 29 de enero, una joven de 21 años sufrió un brutal ataque por parte de un sujeto que, con total descaro, la abordó para violentar su intimidad.

La víctima, quien regresaba a su hogar tras una extensa jornada laboral en un establecimiento gastronómico, jamás imaginó que la calle 54 con carrera 8B se convertiría en el lugar de su peor pesadilla. Su relato es aterrador: un hombre con uniforme de seguridad privada y casco salió de la oscuridad detrás de un furgón, la atacó repentinamente y le tocó sus partes íntimas. Al verse confrontada, la joven luchó con todas sus fuerzas; logró morder a su agresor cuando este intentó inmovilizarla y taparle la boca. En respuesta, el individuo insistió en su ataque y metió la mano en su pecho. Sus desesperados gritos de auxilio resonaron en la noche y, afortunadamente, lograron alertar a los vecinos, obligando al agresor a huir en una motocicleta.

Pero el calvario de la joven no terminó con la huida del agresor. Las secuelas físicas y psicológicas han dejado una marca imborrable en su vida. «Así sea de día, no puedo estar tranquila cuando una moto o cualquier individuo se me acerca. Estoy muy nerviosa», confesó. La agresión no solo le dejó abrasiones en su cuerpo, sino un profundo miedo que la acompaña en cada paso que da.

Ante la magnitud del hecho, la joven interpuso la denuncia correspondiente, pero la indignación creció cuando las autoridades catalogaron el caso como «injuria por vías de hecho», una clasificación que muchos consideran insuficiente y que minimiza la gravedad de lo ocurrido. En un país donde las agresiones contra las mujeres son pan de cada día, la falta de contundencia en la judicialización de estos delitos sigue siendo una deuda pendiente.

Como medida paliativa, la Policía anunció que la Patrulla Púrpura quedará a disposición de la víctima para ofrecerle acompañamiento. Sin embargo, el problema de fondo persiste: ¿cuántas más deben pasar por lo mismo antes de que las agresiones sexuales sean tratadas con la severidad que merecen? Mientras tanto, la joven de La Granja sigue lidiando con el trauma y con el temor de que, como en tantos otros casos, su agresor jamás enfrente la justicia.


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