Águilas Doradas sigue demostrando que el proyecto deportivo encabezado por el técnico español Jonathan Risueño no es casualidad ni espejismo. En su más reciente presentación, el equipo antioqueño remontó un 0-2 adverso frente a Deportivo Pasto y rescató un empate 2-2 que, por el trámite del partido, supo a victoria. El mérito no fue únicamente de los jugadores, sino de un cuerpo técnico que sabe leer el juego, ajustar a tiempo y contagiar identidad futbolística.
Las estadísticas del encuentro reflejan el dominio total del equipo dorado: 22 remates contra apenas 13 de su rival, 8 disparos al arco, una posesión aplastante del 66% y 455 pases completados con un 82% de precisión. No es un dato menor: se trata del doble de pases que el rival y con mayor efectividad. Esta cifra no habla solo de volumen, sino de criterio, organización y una idea clara de juego.
Bajo la dirección de Risueño, Águilas es un equipo que juega con el balón, que no cae en el desespero y que ataca con orden. A diferencia de otros clubes que improvisan en su zona técnica, el conjunto antioqueño tiene al frente a un DT con formación europea, con lectura táctica avanzada y, sobre todo, con un estilo reconocible. No es coincidencia que, incluso en desventaja, su equipo nunca pierda la compostura ni la ambición.
El gol de Wilson Morelo al 77’ fue el primer golpe certero de un Águilas que ya venía asfixiando al rival. Y la guinda del pastel fue el tanto de Jorge Luis Rivaldo Pinto al minuto 90, reflejo del empuje sostenido y de la fe en un plan de juego que nunca se traicionó. El empate fue la recompensa a un dominio abrumador que, en justicia, mereció más.
La reacción en el segundo tiempo fue un manual de dirección técnica. Risueño ajustó líneas, le dio aire al mediocampo y empujó desde los laterales. No fueron cambios desesperados, sino estratégicos. Cada variante tuvo sentido. Cada movimiento táctico tuvo consecuencia en el campo. Mientras otros equipos pierden el orden cuando están abajo en el marcador, Águilas mantiene la convicción.
Otro punto a destacar es la disciplina colectiva. Con solo 13 faltas cometidas y apenas 3 amarillas, el equipo supo jugar con intensidad sin caer en el descontrol. A nivel defensivo, la presión fue alta, la recuperación inmediata y el repliegue coordinado. Risueño no solo ha construido un equipo ofensivo, sino también equilibrado, competitivo y maduro en los momentos clave.
Águilas Doradas no solo suma puntos: también gana respeto. En un torneo donde muchos apuestan por lo improvisado, el equipo de Risueño es una muestra de que con trabajo, idea y método se puede competir en serio. Si continúan por este camino, seguramente el próximo año tendrán un mejor desempeño con la posibilidad de meterse a los ocho mejores




