El Gobierno japonés enfrenta un difícil equilibrio diplomático tras las recientes declaraciones de Sanae Takaichi sobre la posibilidad de responder militarmente ante un ataque chino contra Taiwán. Aunque Tokio envió un emisario a Beijing para rebajar las tensiones, la respuesta china ha sido contundente y no muestra señales de moderación.
Beijing acusa a Japón de ignorar el nuevo equilibrio geopolítico en Asia, donde China se percibe como una potencia militar en consolidación. Afirmaciones de Takaichi, sumadas a su postura de fortalecer la alianza con Estados Unidos y acelerar la modernización defensiva de Japón, han sido interpretadas como un desafío directo. Medios oficiales chinos calificaron la declaración como “la más provocadora en décadas”.
La reacción se ha materializado en tres frentes: presión económica, propaganda nacionalista y exigencias diplomáticas. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino pidió que Japón se retracte, mientras que el Ejército difundió mensajes que advierten contra la “arrogancia” de otros países. La imagen viral de una reunión entre diplomáticos de ambos Estados, donde el representante japonés inclinaba ligeramente la cabeza, fue presentada por cuentas oficiales chinas como símbolo de una supuesta superioridad moral y política de Beijing.
Analistas consideran que el objetivo chino es frenar cualquier intento japonés de aumentar su capacidad de disuasión, especialmente en un momento en que Tokio evalúa reformas constitucionales y mayores inversiones en defensa. La controversia se convierte así en un capítulo decisivo de la competencia estratégica en el Indo-Pacífico.




