Jamundí, Valle del Cauca. A pesar de la escalada de violencia que se ha intensificado en el suroccidente colombiano, particularmente en municipios como Jamundí, la comunidad ha demostrado una capacidad admirable para resistir, adaptarse y trabajar en la construcción de un territorio en paz.
Este municipio, ubicado a escasos kilómetros de Cali, ha sido blanco recurrente de atentados, extorsiones y amenazas por parte de estructuras armadas ilegales, especialmente del autodenominado Estado Mayor Central de las disidencias de las Farc. Sin embargo, sus habitantes no han bajado la guardia.
El más reciente episodio que sacudió a la población ocurrió el pasado 10 de junio, cuando un atentado con explosivos en el casco urbano dejó varios heridos, pánico colectivo y un fuerte despliegue militar. Este hecho revivió los temores de épocas pasadas y recordó que la paz aún es un reto pendiente en esta zona del país.
Aun así, las voces de líderes sociales, comunitarios y autoridades locales han coincidido en que rendirse no es una opción. Desde hace varios años, en medio de las dificultades, en Jamundí se han tejido redes de apoyo ciudadano, se han promovido espacios de diálogo comunitario y se han implementado programas sociales para blindar especialmente a los jóvenes del reclutamiento forzado y las economías ilegales.
“La violencia no nos define. Aquí también hay gente trabajadora, niños con sueños y mujeres líderes que todos los días hacen patria desde su vereda o su barrio”, aseguró una lideresa comunal del corregimiento de Timba, uno de los más golpeados por el conflicto armado.
El gobierno local ha emprendido acciones conjuntas con la Gobernación del Valle y la fuerza pública, no solo para reforzar la seguridad en puntos críticos del municipio, sino también para implementar una estrategia de intervención integral, que combina inversión social, recuperación del espacio público y acceso a oportunidades.
Entre las medidas adoptadas está el fortalecimiento del programa “Zonas Futuro”, el incremento del pie de fuerza y la instalación de más cámaras de videovigilancia. A esto se suman convenios con entidades del orden nacional para fomentar el empleo rural, el acceso a la educación técnica y la atención psicosocial a víctimas del conflicto.
Pese a todo, los habitantes de Jamundí señalan que siguen sintiendo miedo. La sombra de las disidencias, las extorsiones y los atentados mantiene en vilo a muchas familias que, aunque desean quedarse y construir, no pueden ignorar el riesgo.
“La gente está cansada, pero no vencida. Jamundí ha vivido momentos muy duros, pero seguimos adelante, porque no podemos permitir que el miedo sea el que gobierne”, dijo un docente rural, quien trabaja en una escuela ubicada en zona de alto riesgo.
La estigmatización también ha sido un enemigo silencioso. Muchas veces se señala a Jamundí únicamente por los hechos violentos, sin mostrar el trabajo de cientos de ciudadanos que construyen paz desde el arte, el deporte y la participación comunitaria.
Desde la administración municipal se ha hecho un llamado a los medios de comunicación y al país en general para que también se visibilicen las historias de esperanza y transformación. “Claro que hay problemas, pero también hay muchas ganas de salir adelante, de vivir sin miedo”, expresó el alcalde durante una reciente rueda de prensa.
Organizaciones sociales y colectivos juveniles han desarrollado proyectos de memoria histórica, danza, muralismo y liderazgo para resistir simbólicamente a la guerra. Su mensaje es claro: no quieren ser una cifra más, sino protagonistas de un cambio real.
A futuro, el reto será lograr que esa resiliencia ciudadana tenga respaldo real y sostenido por parte del Estado. Jamundí necesita no solo más soldados, sino más inversión, más oportunidades y más justicia social.
Porque solo así, aseguran sus habitantes, se podrá cambiar la historia del municipio: de territorio estigmatizado por la violencia, a un ejemplo de paz construida desde abajo.
