Jair Bolsonaro condenado: el plan golpista que hundió al expresidente de Brasil y cómo queda ahora su movimiento de extrema derecha

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El Supremo Tribunal Federal de Brasil emitió un fallo histórico al sentenciar al expresidente Jair Bolsonaro a 27 años y 3 meses de prisión por su participación en una trama destinada a alterar el orden democrático. La condena se alcanzó con el voto favorable de cuatro de los cinco magistrados del tribunal, quienes lo hallaron responsable de planear un intento de golpe de Estado y otros delitos vinculados.

La investigación demostró que existieron tanto maniobras públicas como planes ocultos. Entre ellos figuraba un documento que proponía desconocer las elecciones de 2022 mediante la declaración del estado de sitio, así como un plan más radical que contemplaba el asesinato del presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva, su vicepresidente Geraldo Alckmin y el juez Alexandre de Moraes, utilizando armas de fuego o incluso veneno.

Además de Bolsonaro, siete exfuncionarios de su gobierno (2019-2022) también recibieron condenas por haber colaborado en la conspiración. Uno de los testimonios más relevantes provino del exayudante presidencial, el teniente coronel Mauro Cid, quien aceptó cooperar con la justicia y reveló detalles de los planes.

La trama comenzó en 2021, cuando la justicia anuló las condenas de Lula por fallos procesales, lo que abrió la posibilidad de que se presentara nuevamente a elecciones. Desde entonces, Bolsonaro empezó a desacreditar el sistema electoral, asegurando sin pruebas que las urnas podían ser manipuladas. En múltiples ocasiones advirtió que, si no se implementaban votos impresos, Brasil podría vivir un episodio más grave que la invasión del Capitolio en Estados Unidos en 2021.

Durante el proceso, se probó que Bolsonaro evaluó junto a colaboradores un borrador de decreto que contemplaba el arresto de jueces del Supremo y la convocatoria a nuevos comicios. En diciembre de 2022 llegó a discutir el texto con los comandantes militares, pero la negativa del jefe del Ejército y del comandante de la Fuerza Aérea frustró el plan. La Marina, en cambio, sí le habría mostrado disposición a colaborar, aunque su excomandante lo negó en el juicio.

Otro episodio clave fue la llamada operación “Puñal Verde y Amarillo”, un documento redactado por un general cercano a Bolsonaro que detallaba un posible atentado contra Lula, Alckmin y Moraes. Según la fiscalía, el plan fue impreso en el Palacio de Planalto antes de presentarse a Bolsonaro. Aunque finalmente no se ejecutó, la policía descubrió que existía un grupo en la aplicación Signal donde los supuestos ejecutores, miembros de fuerzas especiales, recibían instrucciones y utilizaban alias de países como “Alemania” o “Ghana”.

Tras su derrota en el balotaje de octubre de 2022, Bolsonaro se recluyó en la residencia presidencial durante 40 días, mientras sus seguidores exigían frente a cuarteles militares una “intervención federal”. Luego viajó a Estados Unidos antes de la investidura de Lula, y el 8 de enero de 2023, ya estando en Florida, miles de simpatizantes suyos invadieron el Congreso, la Corte y el Palacio presidencial en Brasilia.

El Supremo consideró que había pruebas suficientes de que Bolsonaro lideró la conspiración y que sus actos no fueron meras especulaciones políticas. Sin embargo, la defensa anunció que apelará la sentencia tanto dentro de Brasil como ante instancias internacionales, alegando que el proceso fue desproporcionado y motivado por persecución política.

La condena supone un golpe demoledor para Bolsonaro, ya inhabilitado por la justicia electoral hasta 2030. Aunque sus aliados presionan por una amnistía —algo que especialistas consideran improbable—, el futuro del bolsonarismo queda en entredicho. Analistas señalan que el movimiento aún conserva fuerza social, pero carece de un liderazgo claro tras la condena de su fundador.

Entre los posibles herederos aparece el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, quien ha endurecido su discurso en defensa de Bolsonaro y contra el juez Moraes. Aun así, expertos advierten que, aunque Bolsonaro sigue siendo capaz de movilizar a una base leal, está cada vez más desgastado como figura pública y difícilmente podrá volver a ser candidato.


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