Un ataque del ejército israelí impactó esta mañana la iglesia católica de la Sagrada Familia, ubicada en la Franja de Gaza, dejando un saldo de al menos cuatro muertos y siete heridos, entre ellos el párroco argentino Gabriel Romanelli, quien recibió atención médica por una herida leve en una pierna antes de regresar a su comunidad.
La Sagrada Familia es la única parroquia católica en Gaza y ha sido un refugio para unas quinientas personas desplazadas por la guerra, muchas de ellas civiles palestinos, que encontraron protección en el recinto religioso. Según fuentes del Patriarcado Latino de Jerusalén, el ataque provocó daños significativos a la estructura de la iglesia.
El patriarcado indicó inicialmente que no había confirmación de víctimas fatales, solo heridos; sin embargo, fuentes sanitarias del hospital Al-Ahli señalaron la muerte de al menos dos mujeres y varios heridos graves. Israel se habría justificado ante la comunidad internacional señalando que se trató de un «error de tiro» durante su ofensiva militar.
La repercusión internacional fue inmediata. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, condenó el ataque calificándolo de «inaceptable» y reiteró que los ataques contra civiles en Gaza no pueden justificar tales actos. De igual forma, Antonio Tajani, ministro de Exteriores de Italia, tachó lo ocurrido de «acto grave contra un lugar de culto cristiano» y urgió a detener la violencia.
El padre Romanelli mantenía desde el inicio de la invasión israelí una comunicación frecuente con el papa Francisco, quien falleció recientemente en abril. El pontífice expresaba un compromiso continuo con la situación en Gaza, calificando los bombardeos no sólo como actos de guerra, sino como una «crueldad» que afecta severamente a la población civil en la región.
Este nuevo incidente confirma la delicada situación humanitaria y el incremento de la violencia en Gaza, donde los lugares de culto y servicios esenciales se han visto cada vez más amenazados en medio del conflicto. La comunidad internacional, especialmente instancias religiosas y gubernamentales, piden urgentemente un alto al fuego y el establecimiento de corredores humanitarios que permitan la atención y protección de los civiles desplazados.
