Tras el reciente conflicto con Israel, Irán ha iniciado una ofensiva interna para identificar y castigar a presuntos infiltrados y colaboradores del enemigo. Más de 700 personas han sido arrestadas y al menos tres ejecuciones se han llevado a cabo, según medios oficiales, en una operación que apunta directamente a supuestos vínculos con agencias de inteligencia israelíes.
Las autoridades iraníes han denunciado una infiltración sin precedentes en sus sistemas de seguridad, señalando que parte de la información filtrada habría permitido los asesinatos selectivos de altos mandos de la Guardia Revolucionaria y científicos vinculados al programa nuclear.
Según el gobierno iraní, estas muertes habrían sido facilitadas por el Mossad, la agencia de inteligencia israelí, que presuntamente opera con redes clandestinas dentro del país. En respuesta, Teherán ha intensificado sus labores de contrainteligencia, bajo cargos como “enemigos de Dios”, una acusación que en Irán puede conllevar la pena de muerte.
La represión ha generado preocupación entre organizaciones de derechos humanos, que alertan sobre posibles abusos y juicios sumarios, en medio de un clima de tensión extrema y desconfianza dentro del aparato estatal.
