En política, los tiempos no solo son oro, también son ley. La representante Luz Ayda Pastrana, quien anunció su salida del partido Cambio Radical el 31 de octubre de 2024, no presentó simultáneamente su renuncia a la curul. Ese pequeño pero determinante detalle la dejó automáticamente inhabilitada para aspirar por otra colectividad en las elecciones de 2026.
La Ley 1475 de 2011 establece que cualquier congresista que desee cambiar de partido debe renunciar a su curul con al menos 12 meses de anticipación al primer día de inscripciones. Ese plazo venció el 9 de noviembre de 2024, y Pastrana aún seguía en ejercicio de su cargo. Hoy, su eventual aspiración por un nuevo partido sería ilegal y, de intentarlo, el Consejo Nacional Electoral (CNE) podría revocar su inscripción.
Renuncia a destiempo
El caso de Pastrana ha desatado todo tipo de comentarios en el panorama político huilense y nacional. Sus aliados la defienden, señalando que actuó “por convicción política”, mientras sus detractores la acusan de desconocer la norma.
La realidad es simple: renunció tarde, y la ley no hace excepciones. Aunque en la política todo tiene interpretación, el Consejo de Estado ha sido enfático en fallos anteriores: los plazos de renuncia son estrictos, y su incumplimiento implica inhabilidad automática.
Fuentes cercanas aseguran que la congresista habría intentado una salida jurídica para demostrar que su decisión no implicaba doble militancia, pero los expertos coinciden en que no hay margen de maniobra.
Lo cierto es que Luz Ayda Pastrana se bajó del partido, pero no del bus del Congreso. Y ese error quizá de cálculo o de ego político la deja en el limbo. Sin colectividad, sin posibilidad de aspirar legalmente y con su nombre en el centro de un debate jurídico y ético. El episodio deja una lección clara: en política, los plazos se respetan tanto como los votos. El tiempo no solo define las campañas, también puede sepultar carreras.
Hoy, el futuro de Pastrana parece más atado a los estrados que a las urnas. Porque, como suele decirse en los pasillos del Capitolio, “la ley no se improvisa, y el poder no da segundas oportunidades”.




