El infarto de miocardio es una emergencia médica causada por la obstrucción súbita de una arteria coronaria, lo que interrumpe el flujo sanguíneo al corazón y provoca daño en el músculo cardíaco. Sus síntomas suelen aparecer de forma repentina y se caracterizan por un dolor o presión intensa en el pecho, que puede irradiarse hacia el cuello, la mandíbula, los hombros, la espalda o los brazos, especialmente el izquierdo. Este malestar suele ir acompañado de sudor frío, mareos, náuseas, vómitos o sensación de falta de aire. La rapidez en acudir a un centro médico es fundamental, ya que actuar dentro de las primeras cuatro horas puede evitar daños permanentes e incluso salvar la vida del paciente.
Las siete señales principales que advierten un posible infarto son: dolor o presión en el pecho, dolor irradiado a otras partes del cuerpo, dificultad para respirar, sudoración fría, náuseas o mareos, debilidad o fatiga extrema y palpitaciones. Estos síntomas no siempre se presentan con la misma intensidad en todas las personas, y en algunos casos pueden pasar inadvertidos, especialmente en adultos mayores o mujeres, donde se manifiestan como indigestión, cansancio o malestar general. Por ello, ante cualquier sospecha, es indispensable llamar a los servicios de emergencia de inmediato.
El dolor del infarto se describe como una sensación de peso, opresión o plenitud en el centro del pecho, que puede durar varios minutos o aparecer de forma intermitente. Este dolor puede irradiarse al brazo izquierdo, a ambos brazos, al cuello, la mandíbula o la espalda, y se acompaña de sudoración, mareos o dificultad respiratoria. Los ataques cardíacos pueden ocurrir incluso durante el sueño, aunque son más frecuentes en las primeras horas de la mañana, debido al aumento natural de la presión arterial en ese momento del día.
La prevención juega un papel esencial. Mantener una buena higiene del sueño es fundamental para reducir el riesgo cardiovascular. Dormir entre siete y nueve horas por noche, preferiblemente de lado izquierdo para mejorar la circulación, y evitar estimulantes como el café o el alcohol antes de acostarse, son medidas que favorecen la salud cardíaca. Asimismo, tratar trastornos como la apnea del sueño, seguir una dieta equilibrada y controlar factores de riesgo como el tabaquismo, la hipertensión, la diabetes y el colesterol alto, son estrategias clave para prevenir un infarto.
Finalmente, es importante resaltar que el infarto de miocardio sigue siendo la principal causa de muerte en hombres y mujeres a nivel mundial, especialmente en la fase extrahospitalaria, donde la mortalidad supera el 40%. No obstante, gracias a los avances médicos en diagnóstico y tratamiento —como la angioplastia y la trombólisis—, la recuperación puede ser satisfactoria si se actúa a tiempo. La detección temprana, los chequeos cardiovasculares regulares y la atención médica inmediata ante los primeros síntomas son las mejores herramientas para preservar la vida y la salud del corazón.
