La industria colombiana se encuentra en un momento clave de transformación energética, impulsada por la necesidad de reducir emisiones y cumplir con estándares ambientales cada vez más estrictos. Uno de los cambios más significativos en este camino es la sustitución de calderas que funcionan con carbón por sistemas térmicos a gas natural o el gas licuado de petróleo (GLP), una transición que no solo disminuye el impacto ambiental, sino que también mejora la eficiencia operativa y reduce riesgos regulatorios.
Según expertos de Bosch Home Comfort, este cambio puede reducir entre un 45% y un 50% las emisiones de dióxido de carbono y, al mismo tiempo, optimizar los costos de operación y mantenimiento. En ruta hacia este objetivo, la descarbonización industrial implica reducir el uso de carbón como energético en la producción de calor indirecto, sustituyéndolo por alternativas más sostenibles y eficientes.
Esto contempla la adopción de gases combustibles con menor huella de carbono y, en algunos casos, la incorporación de soluciones híbridas que integren fuentes renovables. Este enfoque es clave para que las empresas cumplan con normativas ambientales, fortalezcan su competitividad y contribuyan a la sostenibilidad del país.
“El carbón sigue siendo el combustible más económico dentro de la matriz energética nacional, pero también uno de los que más retos técnicos y ambientales plantea, ya que su uso exige calderas más robustas y complejas, mayor personal para supervisión permanente, procesos de alimentación más exigentes y la disposición final de ceniza. A esto se suman los equipos auxiliares para el control y filtrado de emisiones contaminantes, que elevan los costos operativos y aumentan el riesgo de incumplir las normas”, explica Javier Deza, gerente del área Bosch Home Comfort en Colombia.
En contraste, las calderas a gas natural o GLP ofrecen una operación más sencilla y segura. Según el experto, el mantenimiento se reduce hasta en un 50%, el control de emisiones es más simple y la vida útil de los equipos se prolonga significativamente. Con un buen tratamiento de agua y mantenimiento preventivo, una caldera puede asegurar al menos 30 años de funcionamiento, y Bosch reporta equipos en operación con más de 40 años de servicio. En cambio, las calderas de carbón, por sus condiciones de trabajo, suelen tener una vida útil más corta y requieren procesos de overhaul o reacondicionamiento general periódicos para extender su operación.
De acuerdo con el Balance Energético Colombiano – BECO Año 2021(P)” de la UPME, el 30% de la energía en la industria nacional se produce con gas natural, el 26% con carbón, el 16% con bagazo, el 17% con electricidad del SIN, el 7% con electricidad por cogeneración y el 4% restante con otras fuentes. La sustitución progresiva del carbón por gas natural o GLP es una medida que, además de su impacto ambiental positivo, contribuye a diversificar la matriz energética.
Otro factor que impulsa esta transición son los incentivos tributarios vigentes en Colombia para empresas y personas naturales que invierten en proyectos de descarbonización. Estos incluyen exención del IVA, reducción en el impuesto de renta, no pago de aranceles y depreciación acelerada, beneficios que pueden representar un retorno equivalente al 45% del valor total de la inversión.
“Este tipo de decisiones no solo son ambientalmente responsables, sino también estratégicas para la industria. Facilitan el cumplimiento de normativas, reducen la complejidad operativa y permiten a las compañías alinearse con las metas nacionales de sostenibilidad y con las exigencias de un mercado global cada vez más enfocado en la producción limpia”, concluye Javier Deza.



