Presuntamente el alcalde William García ignora dificultad del Centro de Vida Sensorial.
La decisión de desalojar el tercer piso del Centro de Vida Sensorial ha desatado una ola de indignación en Fusagasugá. Este espacio, esencial para atender a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores con capacidades diferenciales, será entregado a un tercero para funciones que nada tienen que ver con su propósito original.
El impacto de esta medida ha generado preocupación y rechazo entre los beneficiarios y sus familias, quienes dependen de los servicios del centro para garantizar el bienestar y la inclusión de personas con necesidades especiales. Sin embargo, las esperanzas de encontrar una solución pronta se desmoronaron cuando el alcalde William García decidió no atender sus peticiones.
En un mensaje que ha sido calificado como insensible, el mandatario local informó que no asistiría a una reunión clave convocada por la comunidad y que cualquier respuesta oficial tendría que esperar hasta el lunes. Mientras tanto, las familias afectadas quedan sumidas en la incertidumbre, sin una alternativa clara para salvaguardar este espacio vital.
¿indiferencia?
Las acciones o la falta de ellas por parte del alcalde han levantado serias dudas sobre su compromiso con los ciudadanos que lo eligieron. Para muchos, este es un ejemplo más de una gestión desconectada de las necesidades de los sectores más vulnerables. «¿Cómo puede un alcalde no dedicar ni cinco minutos a escuchar a quienes lo necesitan?», se preguntó uno de los padres afectados.
El Centro de Vida Sensorial no solo es un espacio físico, sino un símbolo de inclusión y esperanza para quienes enfrentan desafíos diarios debido a sus capacidades diferenciales. La posible pérdida de estas instalaciones representa un golpe devastador para la comunidad, que ahora se siente desamparada por la administración municipal. Mientras el alcalde guarda silencio, las familias, organizaciones sociales y líderes comunitarios han empezado a movilizarse, exigiendo una respuesta inmediata. La presión aumenta, y el futuro de este importante centro pende de un hilo.
La comunidad no solo espera soluciones, sino también un cambio en la actitud de sus líderes, empezando por William García. «No se trata solo de un edificio, sino de la dignidad y el derecho a una vida mejor para quienes más lo necesitan», concluyó una madre, entre lágrimas, al referirse a lo que está en juego.
El tiempo corre, y Fusagasugá espera que el alcalde escuche el llamado de su gente antes de que sea demasiado tarde.




