Durante la COP30, que se celebra en Belém (Brasil), comunidades indígenas de la Amazonía exigieron una mayor participación en las decisiones climáticas y denunciaron la amenaza sobre sus territorios por la deforestación, la minería ilegal y la expansión de la agroindustria.
Decenas de manifestantes intentaron ingresar al recinto de la cumbre, superando las barreras de seguridad de la Zona Azul, y se enfrentaron con agentes de seguridad, dejando algunos daños leves en la sede.
Entre los grupos movilizados está el pueblo Munduruku, que bloqueó pacíficamente la entrada principal por varios minutos para exigir al presidente Lula la revocación de un decreto que, según ellos, favorece la privatización de proyectos hidroviares y pone en riesgo sus tierras.
Los indígenas también reclaman financiación directa para conservar sus territorios y compensación por los daños sufridos, además de una voz más fuerte en la COP.
Mientras tanto, miles de personas —entre ellas jóvenes activistas de distintas regiones— marcharon en Belém con pancartas, música y danzas tradicionales, para visibilizar la lucha de los pueblos originarios y exigir un cambio profundo en las políticas climáticas globales.




