Imagina que eres un ciudadano del imperio más poderoso de la historia.

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Imagina que eres un ciudadano del imperio más poderoso de la historia. Eres un romano. Tienes las legiones, el acero y el mundo a tus pies. Pero cometes un error: cruzas una calle en Egipto y, sin accidentalmente, tu carro atropella a un gato.Acabas de firmar tu sentencia de muerte.En el año 59 a.C., el historiador Diodoro Sículo fue testigo de una escena que le heló la sangre. Roma ya era la dueña «de facto» del Mediterráneo y el faraón Ptolomeo XII estaba desesperado por complacer al César para mantener su trono. La orden era clara: «Nadie toca a un romano».Pero la orden divina era más fuerte: «Nadie toca a un gato».Cuando se corrió la voz de que un soldado romano había matado a un felino, una turba enfurecida rodeó su cuartel. No importó que el soldado pidiera perdón. No importó que el propio Faraón enviara a sus magistrados para rogar clemencia por miedo a una guerra con Roma.Pero, ¿por qué esta furia aparentemente desproporcionada?Para los egipcios, el gato no era una mascota; era la encarnación física de la diosa Bastet. Y matar uno, incluso por accidente, era apagar una luz divina.Según los relatos, la multitud, poseída por una furia religiosa, arrastró al romano y lo ejecutó allí mismo, desafiando al imperio más grande del mundo por la vida de un solo animal.Hoy decimos que nuestros gatos son «los dueños de la casa» en broma. Pero hace 2.000 años, esa lealtad era tan literal y absoluta que un imperio entero temblaba ante el poder de unos bigotes.Entonces, la siguiente vez que tu gato te ignore olímpicamente, recuerda: sus ancestros fueron tratados literalmente como dioses vivientes. Quizás nunca olvidaron.#fblifestyle #gatos #SraBigotes


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