Un equipo internacional de investigadores ha empleado, por primera vez, datos humanos para cuantificar la velocidad de diferentes procesos que conducen a la enfermedad de Alzheimer y han descubierto que se desarrolla de una manera muy diferente de lo que se pensaba anteriormente. Sus resultados podrían tener importantes implicaciones para el desarrollo de posibles tratamientos.
Los investigadores utilizaron muestras cerebrales post mortem de pacientes con Alzheimer, así como escáneres PET de pacientes vivos, que iban desde aquellos con deterioro cognitivo leve hasta aquellos con enfermedad de Alzheimer en fases avanzadas, para rastrear la agregación de tau, una de las dos proteínas clave implicadas en la condición. La rapidez con la que la enfermedad mata las células en estas regiones, a través de la producción de grupos de proteínas tóxicas, limita la velocidad con la que la enfermedad progresa en general.
Al combinar cinco conjuntos de datos diferentes y aplicarlos al mismo modelo matemático, los investigadores observaron que el mecanismo que controla la tasa de progresión en la enfermedad de Alzheimer es la replicación de agregados en regiones individuales del cerebro, y no la propagación de agregados de una región a otra.
Los resultados abren nuevas formas de comprender el progreso del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas, y nuevas formas de desarrollar tratamientos futuros.
Una enfermedad muy difícil de estudiar
Durante muchos años, los procesos dentro del cerebro que dan lugar a la enfermedad de Alzheimer se han descrito utilizando términos como «cascada» y «reacción en cadena». Es una enfermedad difícil de estudiar, ya que se desarrolla durante décadas, y solo se puede dar un diagnóstico definitivo después de examinar muestras de tejido cerebral después de la muerte.
Durante años, los investigadores se han basado en gran medida en modelos animales para estudiar la enfermedad. Los resultados de los ratones sugirieron que la enfermedad de Alzheimer se propaga rápidamente, ya que los grupos de proteínas tóxicas colonizan diferentes partes del cerebro.
Esta es la primera vez que se utilizan datos humanos para rastrear qué procesos controlan el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer a lo largo del tiempo.




