La Fundación Nadeco impulsa procesos de soberanía alimentaria en comunidades locales a
través de semillas, saberes y prácticas ancestrales.

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La iniciativa fortalece la identidad cultural y promueve la autonomía en medio de la crisis
climática y alimentaria.
En el municipio de Caloto, norte del Cauca, las comunidades están apostándole a un
modelo alternativo frente a la crisis alimentaria global y los efectos del cambio climático. A
través de las huertas interculturales, impulsadas por la Fundación Nadeco mediante la
Modalidad Propia e Intercultural, hombres, mujeres, niños y sabedores se organizan para
cultivar alimentos de manera local, sana y sostenible.
La propuesta va mucho más allá del simple hecho de sembrar. En estos espacios
comunitarios se produce alimento para el autoconsumo, pero también se fortalece la
soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a definir sus propias
prácticas agrícolas y a proteger sus semillas nativas. De esta forma, los habitantes de
Caloto reafirman su autonomía frente a los mercados globales y las presiones externas que
afectan sus modos de vida.
Un aspecto central de la iniciativa es la recuperación de saberes ancestrales. Las
comunidades, a través del intercambio de semillas, los ciclos de la tierra y la transmisión de
conocimientos entre generaciones, mantienen vivas prácticas que durante años
garantizaron el sustento y la identidad de la región. El proceso intercultural reconoce el valor
de la diversidad étnica y cultural de Caloto, donde conviven comunidades indígenas,
afrodescendientes y campesinas.
Para quienes participan en estas huertas, sembrar significa más que producir. Significa
dignidad, autonomía y resistencia. En tiempos de incertidumbre, cuando los precios de los
alimentos aumentan y el clima altera los ciclos productivos, estas huertas se convierten en
una respuesta concreta desde los territorios. Son un mensaje claro sobre la importancia de
proteger la tierra, cuidar las raíces y garantizar que las futuras generaciones hereden
semillas libres y prácticas sustentables.
Además, el proceso ha generado cohesión comunitaria. Familias enteras participan en la
preparación de la tierra, la siembra, el cuidado de los cultivos y la cosecha. Este trabajo
compartido fortalece los lazos sociales y reafirma la identidad cultural como un eje de
resistencia frente a la homogenización impuesta por los modelos industriales de producción
de alimentos.
La Fundación Nadeco ha insistido en que el reto es seguir expandiendo las huertas y
consolidando una red que permita garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria en la
región. El mensaje que sale desde Caloto es contundente: cuando una comunidad se
organiza en torno a la tierra, florecen vida, dignidad y esperanza para todos.
Pie: Luis Lucumi, representante legal.
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