La esperanza de rescatar con vida a los ocho mineros atrapados en la mina de oro San Antonio, en zona rural de Santander de Quilichao (Cauca), se desvaneció el 20 de septiembre, cuando los equipos de emergencia confirmaron el hallazgo de sus cuerpos tras nueve días de búsqueda.
La tragedia, ocurrida en la vereda Brasilia, mantuvo en vilo a comunidades indígenas y afrodescendientes del norte del Cauca. Las víctimas, siete adultos y un menor de 17 años, permanecieron atrapadas a unos 25 metros de profundidad, luego de que un socavón artesanal colapsara el 12 de septiembre. Según los primeros reportes, habrían fallecido por falta de oxígeno, mientras el ingreso de agua al túnel complicó aún más las labores de rescate.
Las identidades de los fallecidos fueron confirmadas como: Dayro Guerrero, Alejandro Larrahondo, Robert Balanta, Gabriel Balanta, Neftalí Tróchez, Carlos José Piña Valencia y Dairo Velasco Galarza, de 19 años, junto al menor de edad. Cuatro eran integrantes del territorio indígena de Guadualito y otros serían de nacionalidad venezolana, según las comunidades locales.
El operativo de búsqueda movilizó a la Guardia Cimarrona y la Guardia Indígena, además de organismos como Defensa Civil y Cruz Roja, que trabajaron con maquinaria pesada en condiciones adversas.
Organizaciones indígenas recordaron que la minería artesanal es una práctica común en la región ante la falta de oportunidades, pero que conlleva graves riesgos humanos y ambientales. De acuerdo con registros comunitarios, más de 25 personas han perdido la vida en la historia de esta mina.
La tragedia revive el llamado de las comunidades a buscar alternativas dignas y sostenibles que eviten nuevas pérdidas humanas.



