Guerra que no tiene fin: Siria

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La situación en Siria, que comenzó con el estallido de la guerra civil en 2011 en el marco de la «Primavera Árabe», ha sido un conflicto extremadamente complejo, con múltiples actores involucrados y un territorio fracturado en varias facciones. A pesar de los esfuerzos de control y de pacificación por parte del gobierno de Bashar al-Assad, apoyado por potencias como Rusia, Irán y Hezbollah, la guerra ha continuado durante más de una década.

El reciente resurgimiento de las fuerzas rebeldes en Aleppo refleja las dinámicas cíclicas del conflicto. Desde que el gobierno sirio recuperó el control de gran parte de la ciudad en 2016, los combates se habían estabilizado parcialmente, pero los grupos rebeldes no han sido erradicados por completo, especialmente en las regiones del norte. Aleppo, una ciudad clave tanto estratégica como simbólicamente, ha sido un centro de intensos enfrentamientos, y su caída nuevamente en manos rebeldes es un reflejo del poder frágil del gobierno central. El hecho de que fuerzas opositoras logren recuperar el control de partes de Aleppo sugiere que la consolidación del poder por parte del régimen de Assad sigue siendo inestable. A pesar de que su control sobre el país ha aumentado en los últimos años, con el apoyo militar y diplomático de Rusia e Irán, Assad aún enfrenta una resistencia significativa en muchas áreas del norte y oeste de Siria. Los grupos rebeldes, aunque divididos y debilitados, siguen siendo actores importantes en la lucha por el control territorial.

Además, el apoyo internacional a diferentes facciones ha complicado aún más la situación. Rusia y Turquía, por ejemplo, tienen intereses contrapuestos en el norte de Siria, lo que genera tensiones y a menudo cambia las alianzas sobre el terreno. Mientras tanto, las potencias regionales como Irán y Hezbollah siguen apoyando al régimen de Assad, mientras que otros actores, como Estados Unidos y varios países europeos, han respaldado a grupos kurdos y otras facciones opositoras. En este contexto, las recientes ofensivas y la recuperación de terreno por parte de los rebeldes no solo son un desafío para el gobierno sirio, sino también un recordatorio de que, a pesar de la aparente estabilidad en algunas áreas bajo el control de Assad, el conflicto sigue siendo dinámico y sin una solución clara a la vista. La guerra continúa con profundas consecuencias humanitarias y geopolíticas que afectan a toda la región.


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