En medio del conflicto armado que persiste en regiones como el Cauca, las comunidades indígenas han asumido un rol crucial como protectores de su infancia, reconfigurando su resistencia no solo desde el territorio sino también desde la defensa activa de la vida y la dignidad. Lejos de una imagen pasiva, estas comunidades, lideradas por autoridades tradicionales y organizaciones como la Guardia Indígena, están articulando mecanismos autónomos de protección frente al reclutamiento forzado de menores por parte de grupos armados ilegales. Mujeres como Patricia Elago Zetty, madre y activista, han logrado recuperar a sus hijos y se han convertido en lideresas de redes que advierten, previenen y enfrentan directamente a quienes intentan arrebatarles a los niños para usarlos como combatientes.
Esta forma de resistencia va más allá de la protesta; es una afirmación cultural y espiritual que coloca la niñez en el centro de su lucha por el territorio. Con bastones de mando, asambleas comunitarias, y ceremonias ancestrales, los pueblos indígenas están fortaleciendo su tejido social, blindando a las nuevas generaciones con identidad, educación propia y protección colectiva. La ausencia del Estado en muchos de estos territorios ha sido reemplazada por una gobernanza indígena que desafía las armas con palabra, organización y tradición. En un país donde las cifras de reclutamiento infantil siguen en aumento, estas comunidades ofrecen un ejemplo poderoso de cómo la autodeterminación puede convertirse en el mejor escudo para proteger lo más sagrado: sus hijos.




