Nelson, ha capturado la atención y el corazón de su comunidad no solo por su destreza deportiva, sino también por su amor hacia las tradiciones de antaño. Con sus historias, ha logrado devolver a la comunidad recuerdos de tiempos pasados y rescatar juegos que para muchos parecían haber quedado en el olvido. Uno de estos juegos es el trompo, un arte que aprendió de su padre a los diez años y que hoy, orgullosamente, le está enseñando a su hijo de solo cinco.
Cervera cuenta que, en su niñez, el trompo era el centro de los fines de semana. Después de salir de la escuela los viernes, él y sus amigos esperaban ansiosos los sábados y domingos para jugar en la calle. Uno de sus juegos favoritos era «el King Romano,» una competencia en la que los jugadores tenían que llegar a una línea imaginaria, y quienes no lo lograban se convertían en el objetivo del juego, al recibir los «toques» de los otros jugadores. Para él, esos momentos no eran solo juegos, sino verdaderas lecciones de habilidad, paciencia y trabajo en equipo. Con nostalgia, afirma que su padre fue su mejor maestro y que este deporte no solo fortaleció su agilidad, sino que también le enseñó valores como la perseverancia y el compañerismo.
El finalista está convencido de que el trompo, más que un simple pasatiempo, es un deporte y una tradición que debería seguir viva en la infancia de todos los niños. «El trompo no desapareció, sigue tan vigente como siempre, y es una oportunidad única para que los niños aprendan habilidades de una forma divertida,» comenta. Por esta razón, cada tarde, él sale al parque con su hijo para enseñarle a girar el trompo, a sostener el equilibrio y a mantener la perseverancia. Para Nelson, transmitir esta herencia cultural es una forma de devolverle a su hijo, y a las futuras generaciones, el amor por un juego que conecta a las personas y les enseña mucho más que destrezas físicas.


