El Qarabağ protagonizó una auténtica hazaña en Lisboa al derrotar 2-3 al Benfica en la Liga de Campeones, un resultado que sorprendió a propios y extraños. El equipo visitante mostró carácter, eficacia y una enorme disciplina táctica para darle la vuelta a un partido que parecía perdido tras un inicio fulgurante del conjunto portugués.
El encuentro comenzó cuesta arriba para los azeríes. Enzo Barrenechea abrió el marcador al minuto 6 y Vangelis Pavlidis amplió la diferencia al 16, dejando al Benfica con una ventaja tempranera de 2-0. Sin embargo, el Qarabağ no se desesperó y encontró en Leandro Andrade, al 30’, el gol que inició la remontada y sembró la duda en el rival.
La segunda parte fue testigo del temple del cuadro visitante. Camilo Durán marcó el empate al 48 con un disparo certero, y cuando el Benfica intentaba retomar el control, apareció Oleksiy Kashchuk al minuto 86 para firmar el 2-3 definitivo. Un gol histórico que silenció al estadio y rubricó una de las gestas más recordadas del Qarabağ en Europa.
Los números respaldan la eficacia del conjunto visitante. Aunque apenas intentaron 9 remates frente a los 15 del Benfica, lograron 5 disparos al arco y transformaron 3 en goles. Esa pegada contrastó con la falta de precisión del rival, que con mayor volumen ofensivo apenas convirtió dos tantos.
En la posesión, el Qarabağ se mantuvo equilibrado con un 48%, completando 374 pases con un 89% de efectividad. A pesar de tener menos control que el rival, su circulación fue inteligente y supo aprovechar cada oportunidad para hacer daño. Esa practicidad fue la clave para sostenerse y concretar la remontada.
En el apartado disciplinario, los visitantes mostraron solidez y limpieza, con solo 6 faltas cometidas y sin tarjetas en contra. Además, aprovecharon tres tiros de esquina, lo que les permitió mantener al Benfica bajo presión en momentos determinantes del partido.
La victoria del Qarabağ no solo le da tres puntos valiosísimos en la fase de grupos, sino que además reafirma su crecimiento en el panorama europeo. Con orden, eficacia y una mentalidad ganadora, el equipo azerí consiguió escribir un capítulo inolvidable en Lisboa, demostrando que está preparado para competir de igual a igual ante cualquier gigante.
