El Deportivo Pasto cerró su participación en la última jornada del Clausura con una victoria clara 3–0 ante un Atlético Bucaramanga con una nómina profundamente alterna y sin la mayoría de sus titulares habituales. El marcador fue contundente, pero el contexto dejó más preguntas que respuestas sobre el verdadero nivel competitivo del equipo pastuso durante las últimas semanas.
Aunque el triunfo fue holgado, lo cierto es que la atención se centró en el convulsionado tramo final del ciclo interino de René Rosero, quien asumió la dirección técnica tras la renuncia de Camilo Ayala como entrenador en propiedad. Su etapa fue breve, accidentada y marcada por una evidente falta de conexión con el plantel, una incompatibilidad que terminó reflejándose en la cancha y en los resultados.
Durante su interinato, el equipo mostró una preocupante tendencia a desinflarse en los momentos decisivos. Las ventajas desperdiciadas sobre la hora fueron el sello de la era Rosero, una señal de que el mensaje táctico no estaba llegando de manera clara ni generaba la solidez necesaria para administrar los partidos. La percepción general era la de un equipo que no lograba sincronizarse con su entrenador.
Diversas fuentes cercanas al club, sin señalar incidentes específicos, coincidían en que se respiraba un ambiente de desconexión futbolística. La falta de experiencia de Rosero en momentos de alta presión y el manejo excesivamente improvisado de algunos planteamientos alimentaron la idea de que el vestuario no terminaba de alinearse con su propuesta. Más que rebeldía, lo que se veía era un equipo sin claridad sobre qué hacer y cómo hacerlo.
El partido contra Bucaramanga, aunque cerrado con goleada, no disipó esas dudas. El rival presentó una nómina alternativa que parecía enfocada más en cumplir la fecha que en competir con intensidad. Aun así, Pasto tardó en imponer condiciones y solo encontró fluidez después de que los visitantes cedieran espacios por errores puntuales. El resultado, por tanto, no maquilló la fragilidad estructural mostrada durante el interinato.
La dirigencia entendió que la etapa de Rosero había llegado a su límite. La acumulación de partidos mal planteados, la falta de respuestas desde la banda y la incapacidad para sostener ventajas en encuentros clave convirtieron su gestión en un ciclo insostenible. La salida, aunque inevitable, se interpretó como una oportunidad para reconstruir el proyecto antes de que el daño fuera mayor.
Con su salida confirmada, Pasto mira hacia adelante en la búsqueda de un nuevo cuerpo técnico que ofrezca estabilidad, claridad y liderazgo. La victoria ante un Bucaramanga alterno solo sirvió para cerrar un capítulo lleno de turbulencias. Ahora, la afición espera que el próximo entrenador devuelva identidad, orden y un rumbo deportivo que no dependa de parches ni interinatos accidentales.



