Gerard Piqué, exfutbolista del FC Barcelona y actual máximo accionista del FC Andorra, volvió a estar envuelto en polémica tras el partido vivido con el Mirandés en La Liga Hypermotion, el pasado 24 de septiembre.
Según el acta arbitral, al finalizar el encuentro, el español se dirigió al asistente del árbitro con gritos en tono agresivo, acusándole de “sinvergüenza” y de generar “vergüenza”. Además, lo hizo desde muy cerca, en lo que fue catalogado como una actitud intimidatoria.
El equipo también reporta que Carles Manso, director deportivo del Andorra, increpó al juez de línea con frases ofensivas como “hijo de puta”. Este tipo de incidencias encendieron los ánimos y generaron investigaciones disciplinarias por parte de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).
Las sanciones no se hicieron esperar: al Andorra se le impuso una multa de 15.000 euros, mientras que Jaume Nogués —director deportivo y general— recibió 15 días de suspensión. Carles Manso fue sancionado con dos partidos.
Aunque Piqué figura en el acta, no ha sido sancionado personalmente al haber asegurado la RFEF que, al ser el máximo accionista del club, no está federado.
El episodio ha alimentado el debate sobre la conducta en los círculos directivos del fútbol y sobre la responsabilidad de los jugadores o exjugadores en cargos institucionales. ¿Hasta dónde debe llegar la disciplina dentro y fuera del campo?




