Por si la agresión no fuera suficiente, su situación empeoró cuando descubrió que no podía hablar sobre lo que le había ocurrido.
«Fui agredida sexualmente. Y mi historia no termina ahí», afirmó DeRamus.
Tras denunciar lo ocurrido, la universidad inició una investigación y tomó medidas contra el presunto autor.
La joven optó por no acudir a la policía para evitar más traumas. Sin embargo, esto no evitó que terminara atrapada en una batalla legal que duró años.
Creando un refugio
En EE.UU., si alguien te demanda, incluso aunque ganes necesitas dinero para pagar los honorarios de los abogados que te defendieron.
La mujer cree que la presión financiera se utilizó para intentar que se retractara, ya que su demandante negó la agresión.
Y como suele ocurrir en estos tipos de procesos, descubrió que mientras se desarrollaba la batalla judicial, no podía hablar de su caso, para evitar que sus comentarios fueran utilizados en su contra en el tribunal.
DeRamus sintió que necesitaba desesperadamente un espacio seguro para discutir lo que estaba sucediendo, pero no pudo encontrar uno.
Entonces, cuando el proceso llegó a su fin, decidió crear una nueva red social para brindar a las personas en circunstancias difíciles un lugar donde puedan ser escuchadas.
Fundó Communia, que, según ella, es la primera red social de su tipo que aborda la «salud social», ofreciendo funciones como un diario, seguimiento del estado de ánimo, apoyo comunitario y otros recursos.
«Puedes conectarte contigo mismo tanto como con los demás», dijo.
La aplicación, dirigida a mujeres y personas no binarias, fue diseñada «al estilo Twitter», pero se puede utilizar de forma anónima, ya sea por motivos legales o simplemente para mantener la privacidad.




