Sandra Milena Alegría, nacida y criada en Mocoa antes de radicarse en Bogotá, se convirtió en el rostro de una violencia que no respeta fronteras ni esperanzas de futuro. Su vida fue brutalmente truncada por Rodolfo Andrés Pérez Rodríguez, un feminicida condenado a 50 años de prisión, pero cuya captura aún sigue pendiente. Este caso evidencia, una vez más, la brecha entre la normativa legal y la cruda realidad que enfrentan tantas mujeres en Colombia.
El crimen y la lucha por la verdad
El asesinato de Sandra fue planeado y ejecutado con crueldad, poniendo en evidencia la urgencia de proteger a las mujeres en riesgo de violencia. Aunque el Tribunal Superior de Bogotá dictaminó la sentencia de 50 años contra Pérez Rodríguez, el feminicida sigue prófugo. Con el paso del tiempo, la impunidad se convierte en una segunda agresión tanto hacia la memoria de Sandra como hacia las mujeres que, desde Mocoa hasta la capital, buscan mejores oportunidades mientras viven con el temor de convertirse en una estadística más.
La impunidad como cómplice de la violencia
Cuando el aparato judicial tarda en capturar y sancionar a los responsables de crímenes atroces, envía un mensaje peligroso: que la violencia contra la mujer es tolerable. La demora en la localización de Pérez Rodríguez refleja la desprotección de las víctimas y sus familias, quienes ven cómo los agresores continúan libres. No es suficiente con imponer una pena: la sociedad y las autoridades deben garantizar su cumplimiento.
El llamado urgente a la acción
Además de la condena, se han activado mecanismos de búsqueda contra Rodolfo Andrés Pérez Rodríguez. Existe una circular roja de Interpol N.º 0358 y se ha ofrecido una recompensa de $20.000.000 a quien brinde información que conduzca a su captura. Para reportar pistas, la comunidad puede comunicarse al 123 de la Policía o al teléfono 304 555 3826. Estos datos no son un simple formalismo, sino un llamado directo a la ciudadanía para que colabore y evite que la impunidad siga cobrando víctimas.
Por una justicia que no olvida
El feminicidio de Sandra Milena Alegría no puede quedar en el olvido ni en la indiferencia. Su historia, que comenzó en Mocoa y tuvo un trágico desenlace en Bogotá, nos recuerda la responsabilidad colectiva de exigir y garantizar justicia. Que la búsqueda de Rodolfo Andrés Pérez Rodríguez sea un ejemplo de la determinación social para que ningún agresor, por poderoso o escurridizo que sea, logre evadir las consecuencias de sus actos. La justicia demorada no solo es injusticia para la víctima, sino una amenaza para todas las mujeres que anhelan vivir libres de violencia.




