Si eres amante de las fragancias, seguramente habrás oído hablar de las familias olfativas. Estas, tal como si del alma se tratara, son la esencia que define cada perfume, dotándolo de personalidad propia. He ahí que, desde la antigüedad, empleemos cada fórmula aromática para evocar o canalizar emociones y transmitir la forma en la que pensamos o, incluso, la manera en la que queremos ser vistos.
Pero más allá de sus cualidades intangibles, las familias aromáticas conllevan un sentido práctico. Estas guían la creación y elección de las combinaciones de notas y acordes —sean minimalistas o complejas volviéndolas mucho más fáciles de identificar y agrupar.
¿Qué son las familias olfativas?
Sean sencillos o complejos, cada perfume es el resultado de una combinación de aromas que se ordenan por una pirámide olfativa: notas de salida, que son la primera impresión olfativa; notas de corazón, el motivo aromático principal del perfume; y el fondo, las notas aromáticas más intensas y perdurables que se manifiestan de último.
Las familias olfativas son justamente las agrupaciones bajo las cuales se definen los distintos tipos de perfumes de acuerdo a dicha estructura aromática, especialmente el corazón. Estas nos permiten clasificar las fragancias, representando el núcleo y estructura de su fórmula.
Por ello, gracias a este atributo es que cada perfume cobra una personalidad característica, no solo volviendo mucho más fácil identificarlo con cada temporada o situación específica, también ayudándonos a elegirlo de acuerdo a nuestro propio estado de ánimo y estilo.Si bien las fragancias modernas son el resultado de una extensa y sofisticada combinación de notas e ingredientes de todo tipo, tomando en cuenta las estructuras aromáticas más tradicionales. Actualmente, los perfumes se dividen en 7 grandes familias olfativas universalmente aceptadas que, desde su imposición a finales del siglo XX hasta la fecha.