La madrugada avanza con lentitud en los pasillos del hospital civil de Ahmedabad, mientras decenas de familiares, aún en estado de shock, esperan una noticia que les confirme lo que su corazón ya teme. Entre ellos está Imtiyaz Ali Sayed, un empresario de Bombay que se niega a aceptar la muerte de su familia.
“Eran mi vida. Si me rindo y dejo de buscar, puede que nunca pueda recuperarme”, dice, de pie, sin moverse de los pasillos donde permanecen los cuerpos de su hermano Javed, su cuñada y sus dos pequeños sobrinos.
El trágico accidente del vuelo AI171 de Air India, ocurrido el jueves por la tarde, dejó un saldo devastador: 241 personas murieron tras el despegue del Boeing 787-8 Dreamliner con destino a Londres. Las autoridades han confirmado que solo una persona sobrevivió al impacto que destruyó parte de un barrio residencial cercano al aeropuerto internacional Sardar Vallabhbhai Patel.
Los cuerpos están siendo sometidos a pruebas de ADN para su identificación, debido al alto grado de afectación provocado por la explosión e incendio posterior al choque. Mientras tanto, familiares como Sayed permanecen aferrados a la espera, entre el dolor y la esperanza.
“No lloré cuando me lo dijeron. No puedo llorar ahora. No puedo sentarme. Solo quiero respuestas”, repite con la mirada fija en los pasillos iluminados por luces frías.
Esta tragedia aérea es ya considerada una de las peores en la historia reciente de la aviación india. Equipos forenses, psicólogos y personal humanitario trabajan en el lugar para brindar acompañamiento a las víctimas indirectas de un siniestro que ha dejado una profunda herida en el país.
