Familia vive drama por cuerpo calcinado y suplica respuestas oficiales tras dos semanas de angustia

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La incertidumbre se ha convertido en una pesadilla para la familia Sabogal. Desde hace dos semanas no tienen noticias de Eduardo Sabogal, un hombre de 66 años que desapareció en el centro de la ciudad. El silencio de las autoridades y la lentitud del proceso forense han hecho que el dolor crezca día tras día.

El pasado 19 de junio fue hallado un cuerpo calcinado en un separador vial de la Carrera 8 entre calles 25 y 26. No portaba documentos ni objetos que permitieran su identificación inmediata. Las primeras versiones indicaban que podría tratarse de un habitante de calle, pero la familia Sabogal teme que, en realidad, se trate de su ser querido.

La única forma de obtener certeza fue mediante una prueba de ADN. Solo hasta el miércoles pasado uno de los hijos de don Eduardo logró que se le tomara la muestra genética en Medicina Legal. No fue un trámite sencillo: requirió múltiples solicitudes y días de espera.

A pesar de haber cumplido con este paso clave, la familia fue informada de que los resultados podrían tardar entre 30 y 45 días hábiles. Esta prolongada espera ha sido calificada por los familiares como “una agonía insoportable”.

“Esto es un drama y una angustia sin fin”, expresó uno de los hijos de Eduardo, quien no oculta su frustración. Señalan que no han recibido un acompañamiento adecuado por parte de las instituciones encargadas del caso, ni orientación psicológica ni apoyo real frente al duelo anticipado que viven.

Desde el momento del hallazgo, la familia ha intentado recopilar información, pero la falta de coordinación entre entidades y el hermetismo con que se manejan los procedimientos forenses han dificultado todo el proceso.

La situación emocional de los familiares se ha deteriorado. Aseguran que no pueden hacer duelo ni avanzar en nada mientras no haya una confirmación oficial sobre la identidad del cuerpo. Cada día que pasa es un golpe emocional.

En medio del dolor, hacen un llamado urgente a las autoridades para que humanicen estos procesos. No se trata solo de cifras o cuerpos no identificados: detrás hay familias que sufren, que esperan respuestas y que merecen ser tratadas con respeto y sensibilidad.

Vecinos y amigos de la familia han manifestado su solidaridad. Algunos se han sumado a la difusión del caso en redes sociales, con la esperanza de que se aceleren los resultados o se obtenga información adicional que permita esclarecer los hechos.

El caso ha generado preocupación también entre organizaciones defensoras de derechos humanos, que han advertido sobre el trato frío e indiferente que suelen recibir las familias en situaciones similares. Piden reformas urgentes en los protocolos forenses y mayor acompañamiento psicosocial.

Mientras tanto, los Sabogal viven entre la esperanza y el miedo. La posibilidad de que ese cuerpo calcinado sea el de don Eduardo es una herida abierta que solo podrá cerrarse con la verdad. Y esa verdad, hoy, parece estar aplazada por trámites burocráticos.

La familia insiste: no buscan culpables, solo respuestas. Solo quieren saber si ese cuerpo sin nombre es el de su padre. Solo así podrán encontrar algo de paz y comenzar el difícil proceso de duelo.


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