Angélica Soler enfrenta un dolor desgarrador tras la desaparición de su hijo, David Fernández Soler, quien fue reclutado en Bogotá por las disidencias de las Farc. Durante su tiempo en el grupo armado, Angélica no dejó de buscarlo y exigir su regreso. David logró escapar, pero su esperanza se desvaneció rápidamente.
Meses después, alias Mordisco, cabecilla de las disidencias, confirmó que David había sido asesinado. Sin embargo, siete meses después de recibir la noticia, su madre aún no ha podido recuperar el cuerpo. “Que me lo entreguen. Ellos saben quién lo tiene”, implora Angélica, consumida por la incertidumbre y el dolor. La falta de respuestas ha agravado su sufrimiento, dejándola sin trabajo y en una situación desesperada.
A pesar de la magnitud de su tragedia, Angélica asegura que el Gobierno no se ha comunicado con ella ni le ha ofrecido apoyo. Esta dolorosa realidad refleja la persistencia del reclutamiento forzado de menores, una de las peores secuelas del conflicto armado en Colombia.
En lo que va del 2025, la Policía Nacional ha identificado 10 nuevos casos de niños y adolescentes reclutados ilegalmente, evidenciando que esta práctica sigue cobrando vidas y destruyendo familias.
