En Pitalito, la relación entre ciudadanía y autoridad de tránsito vuelve a estar bajo la lupa. La indignación se encendió tras dos episodios que evidencian la delgada línea entre el control vial y el abuso de poder. El primero involucró a un joven motociclista, conocido como Esteban, quien al intentar evadir un retén perdió el control de su vehículo y cayó frente a los agentes. Por fortuna, solo sufrió heridas leves, aunque el hecho reabrió el debate sobre los métodos empleados por los guardas.
En otro episodio, un hombre fue reducido a golpes y empujones por agentes de Intrapitalito, luego de resistirse a la inmovilización de su motocicleta. El video del procedimiento circuló rápidamente en redes, provocando el rechazo de la comunidad que denunció “mano dura contra los humildes, pero complacencia con los delincuentes”.
Las voces críticas no se hicieron esperar. “A los ladrones no son capaces de cogerlos. Se aprovechan de la gente humilde”, repetían ciudadanos que ven en Intrapitalito un organismo más preocupado por imponer comparendos que por garantizar seguridad en las vías. El contraste es evidente: mientras la delincuencia común sigue golpeando barrios y veredas, la fuerza institucional se concentra en motociclistas y pequeños infractores.
La directora de Intrapitalito, Jessica Porras, está en el centro del cuestionamiento. Su administración ha sido señalada de priorizar la presión sancionatoria por encima de la pedagogía, alimentando la percepción de un instituto recaudador antes que preventivo.
Promesas incumplidas
El alcalde Yider Luna, durante su campaña de 2023, fue enfático: “La gente no quiere ir a Pitalito porque lo roba la inseguridad o lo roba el INTRA”. Prometió transformar el instituto y recuperar la confianza ciudadana. Sin embargo, a casi dos años de gestión, la comunidad insiste en que la promesa se quedó en discurso.
La ciudadanía laboyana reconoce la importancia de los controles viales. Nadie cuestiona la necesidad de exigir casco, papeles al día y respeto por las normas. Lo que rechazan es la desproporción en los procedimientos, los golpes, los empujones y la humillación pública como método de autoridad.
Hoy, el debate no es si deben existir controles, sino cómo deben realizarse. Pitalito no necesita un tránsito que intimide a sus habitantes, sino un tránsito que eduque, prevenga y respalde la seguridad vial sin abusar de quienes ya conviven con la inseguridad diaria.




