El pasado fin de semana, en la Universidad ECCI de Bogotá, más de 500 bailarines de todo el país compitieron en distintas modalidades de danza. En medio de ese escenario, dos jóvenes opitas dejaron en alto el nombre del Huila: Milton Oswaldo Narváez Bustos y Laura Camila Morales, quienes interpretando el tradicional Sanjuanero se llevaron el primer puesto con un contundente 90% de la calificación, obteniendo medalla de oro.
La pareja logró enamorar al jurado con la representación del cortejo campesino, ese diálogo de amor, conquista y orgullo que encierra la danza más icónica del departamento. Un triunfo que, más allá de los aplausos, desnuda la otra cara de la realidad: la falta de apoyo oficial al talento artístico huilense.
Triunfos a pulso
Narváez y Morales no contaron con patrocinios gubernamentales ni acompañamiento institucional para llegar a la competencia. Su preparación fue el resultado del esfuerzo personal, de largas jornadas de ensayo y de recursos propios invertidos en vestuarios, transporte y logística.
Mientras en los discursos oficiales la cultura huilense es presentada como patrimonio y orgullo, en la práctica los artistas siguen enfrentándose a la indiferencia. Esta incoherencia entre el discurso político y la acción concreta deja claro que los reconocimientos al Sanjuanero se sostienen en la pasión de sus intérpretes, no en una política cultural sólida.
El contraste
Este triunfo coincide con un contexto en el que los artistas de la región reclaman mayor inversión en procesos de formación, becas y escenarios para proyectar sus carreras. El Festival del Bambuco en San Juan y San Pedro suele ser presentado como la máxima vitrina de la cultura huilense, pero fuera de esas fiestas las oportunidades se desvanecen.
Milton y Laura regresan al departamento con un logro que dignifica la identidad opita, pero también con la evidencia de que sus avances no fueron posibles gracias al acompañamiento del Estado, sino a la persistencia personal y a la disciplina que sostuvieron para llegar a la cima.
El desafío pendiente
El triunfo de esta pareja de bailarines debe ser un punto de inflexión. No basta con aplaudirlos en redes sociales o posar en fotografías de protocolo. El departamento necesita una política cultural coherente, que garantice estímulos, acompañamiento técnico y recursos estables para que el talento huilense no dependa solo del sacrificio personal.
El Sanjuanero, declarado como patrimonio del Huila y considerado la máxima expresión cultural opita, debe estar respaldado no solo por la pasión de sus intérpretes, sino por un compromiso real y sostenido del Estado. Sin esa decisión, las victorias seguirán siendo logros aislados que evidencian más la resiliencia de los artistas que la eficacia de las instituciones.
