Las tradicionales luces navideñas, orgullo de Medellín, han encendido una controversia inesperada este año. Mientras unos celebran el despliegue de color y arte, otros cuestionan el gasto público en medio de las necesidades sociales. La ciudad, conocida por convertir diciembre en un espectáculo, enfrenta un dilema moral: ¿puede una fiesta luminosa brillar sobre la sombra de la desigualdad?
El debate revela una tensión más profunda. Medellín no solo discute bombillos y figuras; discute su identidad entre el turismo y la conciencia social. En medio de la polémica, el alumbrado se mantiene como símbolo de resistencia cultural, pero también como espejo de las prioridades de una administración que busca equilibrar belleza, tradición y responsabilidad fiscal.




