Un estudio realizado hace unos años por un grupo de investigadores finlandeses arrojó datos muy interesantes sobre la estrecha relación que mantiene nuestro cuerpo con las emociones, hasta entonces muy cuestionada por algunos miembros de la comunidad científica. El grupo de trabajo de la Universidad de Aalto quería ofrecer una respuesta documentada a una serie de teorías sobre las emociones y el cuerpo que hasta entonces solo se habían abordado desde un punto de vista teórico. Se trataba de comprobar científicamente si existía un vínculo real entre lo que sentimos (cerebro) y dónde los sentimos (cuerpo).
Los investigadores pidieron a más de 700 voluntarios que señalasen en una silueta corporal las partes de su anatomía donde notaban físicamente cada una de las emociones –14 en total–, desde sentimientos con los que lidiamos a diario como el enfado o la tristeza a otros más complejos de identificar como la ansiedad o el disgusto.
Los resultados fueron sorprendentes, pues casi todos los participantes en el experimento marcaron las mismas zonas, lo que permitió a los investigadores finlandeses elaborar una especie de mapa corporal de las emociones. El estudio constata que la mayoría de los sentimientos básicos (enfado, miedo, tristeza, sorpresa) se localizan en la cabeza y en la parte superior del cuerpo, mientras que la felicidad y el amor, por ejemplo, recorren todo el cuerpo.
El desprecio, una emoción mucho más compleja, se nota sobre todo en la cabeza y en las manos y deja sin apenas energía la zona de la pelvis y las piernas. Algo parecido ocurre con la ansiedad, que se siente con muchísima intensidad en el tronco, mientras que brazos y piernas se desactivan, como si se quedasen sin fuerza.
