Cansado de inhalar pegante, a sus 69 años murió un 24 de diciembre en el Hospital Departamental de Cali, Chucho -el zapatero- con los pulmones destrozados por un cáncer agresivo que le afectó los alvéolos. No lo hacía por vicio, sino por cuestiones de su oficio.
Su compañera sentimental, Edilsa de Jesús Soto, nacida en Guática (Risaralda) y con 67 a cuestas, heredó ese pegante. No para trabajar, sino para trabarse y salir de la realidad que afrontaba, pues al morir su Chucho ella quedó sola y desamparada en este mundo.
“La única salida que encontré fue esa. Me puse a tomar licor, a fumar basuco, marihuana y de todo. Viví 13 años en las calles del barrio El Calvario, acá en Cali, hasta que mi Dios me envió un ángel que me sacó de esa situación: Juan, un tramitador del RUT, quien me consiguió asilo en el Hospital Geriátrico San Miguel, donde a esta edad recompuse mi vida y volví a ser la mujer alegre y servicial que siempre he sido”.
Al igual que ésta, en el Hospital Geriátrico y Ancianato San Miguel de Cali hay 322 historias de vida. Los 133 pacientes dependientes, los 160 funcionales independientes y 29 que en su interior conviven, han convertido este centro asistencial en una biblioteca viviente en la que allí y solo allí se encuentran vivencias, anécdotas y recuerdos de los años 30 hacia acá.
Con la llegada de los vientos de agosto viene el Mes del Adulto Mayor, muchos -al igual que las cometas- viven ‘elevados’, quizá por el Alzheimer, las preocupaciones, la soledad, el estrés y la incertidumbre de llegar a viejos sin haber logrado una pensión, de no tener una familia, ni amigos con quien compartir.
Para darles la mano está el San Miguel. La sub gerente administrativa, Jennifer Cruz Truque, está presta a recibirlos gracias a que esta Empresa Social del Estado – ESE, cuenta con todo el respaldo y apoyo de la Acaldía de Cali, a través de la Secretaría de Bienestar Social.
Es más que un simple albergue. Es un hospital especializado para atender al adulto mayor, en el que 24 horas al día y sin parar laboran 23 médicos, geriatras, gerontólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, odontólogos, fisioterapeutas, fonoaudiólogos, nutricionistas, enfermeras, auxiliares y especialistas en manualidades, artes y oficios, al igual que 24 funcionarios en la parte administrativa.
Cuenta con una en enfermería en la que se revisa el censo hospitalario y se realizan los informes de los servicios de urgencias de la ESE para verificar que los usuarios estén inscritos en el programa o citarlos para realizar su valoración en el hospital, bajo el modelo de atención establecido.
Las tendencias han llevado a identificar la necesidad de crear un centro de costos enfocado en prestar servicios de entretenimiento a las personas más longevas y de esta forma se ha descubierto que la táctica está en abrir espacios para que los mayores hagan lo que realmente les guste.
La modalidad de Centro Día en el San Miguel, es un programa de intervención ambulatoria y diaria con los adultos mayores que todavía tienen la posibilidad de convivir con sus familias, pero que requieren de un nivel de atención especializado por la pérdida de algunas de sus capacidades ya sean físicas o cognitivas.
Mientras que en la Residencia se atiende de forma integral a los adultos mayores que se encuentran en condiciones de indigencia y que son remitidos a la institución para protección; diferente al Hogar de Paso, en el que se cuidan las condiciones de salud de los adultos mayores en tránsito de procedimientos mayores como cirugías, cuidados postquirúrgicos y ambulatorios.
Presta el servicio de Hotelería los fines de semana, puentes y vacaciones, temporadas en las que el Geriátrico se queda con el adulto, lo cuida, le brinda distracción y mantiene alerta a su estado de salud, mietras la familia lo recoge nuevamente. Para todos estos servicios se cuenta con 100 camas disponibles y 100 servicios habilitados
Y aunque la institución ha sobrellevado momentos difíciles, en la actualidad todo marcha sobre ruedas, con los salarios al día, las necesidades cubiertas y los servicios de salud, alimentación y albergue como deben ser, gracias a la atención que la Administración del médico Jorge Iván Ospina viene brindando.
Basta con visitar sus instalaciones para enamorarse de una institución que recibió el municipio de Cali mediante el Acuerdo 011 del 23 de mayo de 1917. Era un lote con su construcción y patrimonio que había iniciado labores en el año 1912 como ‘Asilo de mendigos indigentes, inválidos y ancianos’.
“Últimamente -después de la pandemia- hemos recibido mucho adulto con problemas mentales, demencia senil, Alzheimer, depresión, temor, soledad y sin ganas de vivir, por lo que nuestra labor es subirles la autoestima, hacer que se valoren y brindarles todo nuestro apoyo en sus necesidades básicas”, dice Cruz.
Se ha comprobado que el que entra no se va. Se amañan porque encuentran lo que creían haber perdido: amor, compañía, recreación, comida, techo, medicamentos, una cama limpia y amigos. Hasta cuentan con perros y gatos que toman como mascotas. Alimentan palomas, gallinas, patos, gansos, bimbos, gallinetas e iguazas que mueren de viejas porque son incapaces de echarlas a la olla.
A falta de tres, reciben seis golpes: el desayuno, las medias nueve, el almuerzo, el algo, la comida y la merienda. Son 1.200 raciones diarias que tienen que hacer los nutricionistas y cocineros, cuidando de no exagerar en sal, azúcar, grasa y demás protocolos para diabéticos, hipertensos, obesos, al igual que una adecuada textura para facilidad de los que tienen problemas dentales o deglución.
Más se demoran en sentir un dolor, un mareo, o un soponcio, que en tener el asistente al lado con el medicamento justo. “Yo soy diabética, hipertensa y tengo Epoc”, dice Edilsa. Mientras José asegura que ya no tiene bazo, ni un riñón, le falta un pedazo de pulmón y le sacaron la vesícula. “Ya estoy es en el mero coco”, dice con una risita burlona.
En el Hospital Geriátrico San Miguel todo son gastos. Su manutención la hacen con un presupuesto mensual de $450 millones, cuando en realidad con una partida de $700 al mes estarían sobrados para desarrollar todos los planes y programas que tienen en mente, como emprendimientos con adultos para que mantengan ocupados y devenguen alguna platica, hacer adecuaciones u otros menesteres.
Reciben adultos mayores de 60 años en condición de vulnerabilidad, muchos de ellos abandonados por sus familiares, enfermos, sin pensión, sin amigos que les tiendan la mano. También llegan mayores de 55 años en condición de discapacidad, personas diversas y todo adulto que se encuentre desvalido.
Llegan a un mundo nuevo siendo ya viejos. Son conscientes de que lo más probable es que allí mueran. De hecho, el índice de mortalidad es de 6 al mes y el San Miguel debe hacerse cargo de los gastos funerarios, por lo que requieren reajustar las fichas con las que el gobierno les cubre esta contingencia.
“La pandemia nos privó de muchas cosas -dice Jennifer Cruz Truque- como las visitas, las salidas a campo, los donantes, los benefactores y amigos de la entidad, por lo que haremos un plan de choque para reactivar estos beneficios. En septiembre tendremos una ‘Donatón’ para recolectar fondos”.
Las personas que en estos momentos se quieran sumar a la causa, pueden hacerlo llevando hasta el Hospital Geriátrico San Miguel, ubicado en la carrera 70 N° 2-A-04 del barrio Caldas, alimentos, bebidas, ropa en buen estado, lencería, pijamas, pañales, cremas para el cuerpo, artículos de aseo, tendidos de cama, almohadas, medias de lana, chaquetas, juegos de mesa, entre otros. Por disposición del Ministerio de Salud, no pueden recibir medicamentos.
Este viejo nuevo mundo no es distinto. Allí se vive, se sufre, se goza, se tienen relaciones amorosas entre un gomelo de 95 años y una sardina de 89. Se celan, pelean, discuten y arreglan sus diferencias con una sonrisa y un piquito para luego comprometerse en matrimonio, el cual es financiado y alcahueteado con fiesta y torta por los residentes, empleados y funcionarios del Geriátrico.
“Acá, lo malo se olvida. Yo no sé por qué… pero es así”, dice Mercedes Prieto. Aunque no todo, pues a sus 86 años y dando muestras de lucidez y con sus dotes de gran poetiza, recitó:
¡No sé! ya nada es igual
las noches, los días,
ya no son los mismos.
¡No sé! ¡De pronto siento mucho miedo!
Ya viene. Oigo sus pasos,
la soledad me va a llevar,
dejaré que me tome en sus brazos.
¿Qué haré primero? ¡Ah! primero la voy a saludar.
¡No! ¡Ya sé! Fingiré estar muerta,
tal vez así se arrepienta.
Tocan el campanario, prefiero estar despierta,
llévame contigo para que no sienta.
Dame una pastilla para calmar
el dolor de la soledad,
cúrame esta dulce y triste herida
que me está matando sin piedad.
Disfrázame la vida de colores,
acaricia mi alma con melodías,
dame la despedida con flores…
…pero recuérdame siempre… todos los días.
Son miles y miles de historias, vivencias y fantasías las que ellos quieren compartir con los caleños. Vayan a visitarlos, a conversar con ellos. Así sea un simple saludo, lo van a valorar, se van a sentir acompañados, importantes… Visítelos. Recuerde que ellos ya están en la edad de los metales: sienes de plata, pies de plomo y corazón de oro.
William López Arango.




