En Latinoamérica algo que tienen en común los candidatos de izquierda, y parece ayudarlos a atraer esos votos cruciales de centro, es su mayor énfasis en la acción del Estado para disminuir la desigualdad económica y brindarles a todos los habitantes condiciones dignas y equitativas para vivir.
Es que líderes ubicados a la izquierda del espectro político han llegado a la presidencia de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Colombia desde 2018. Brasil podría ser el siguiente en 2022 con Luiz Inácio Lula da Silva, actual candidato presidencial de ese país. Si esto llegara a ocurrir, las siete naciones más pobladas de Latinoamérica y sus seis mayores economías quedarían lideradas por la izquierda.
El escenario podría ser un poco desalentador ya que se pronostica que el crecimiento en América Latina y el Caribe se desacelere drásticamente en 2022 y se mantenga débil en los dos años siguientes. Este panorama se ve altamente influenciado por los diferentes escenarios que atraviesa el mundo: la guerra en Europa, las inflaciones más altas históricamente, el encarecimiento tanto del crédito como de los insumos, la pandemia, los límites políticos, los estallidos sociales, el mayor acceso a la información, el cuidado del medio ambiente y la descarbonización.
Bibiana Gómez, gerente de nuevos negocios de Kantar división Worldpane, aseveró que “en el caso puntual de Colombia se proyecta que el crecimiento alcance el 5,4% en 2022, principalmente debido a los efectos de arrastre, y el 3,2% en 2023. Se espera que la política monetaria se endurezca este año, mientras que se prevé que el déficit fiscal primario disminuya rápidamente durante el horizonte de proyección a medida que el rendimiento de las recientes reformas fiscales se activa y los gastos relacionados con la pandemia disminuyen. El saldo de la cuenta corriente de Colombia se beneficiará sustancialmente de los precios más altos del petróleo, el carbón y los metales”.
Así mismo, otro aspecto que se involucra en el impacto del consumo es la evolución del PIB, que en todos los países de Latinoamérica tiene una tendencia parecida, con expectativas de desaceleración del crecimiento para 2022, 2023 y 2024. Se destacan crecimientos económicos ayudados por shocks externos de China y EEUU, quienes son los principales socios comerciales de la región.
Al hacer una introspección en los periodos en los que Argentina, México, Brasil, Bolivia y Perú, fueron liderados por gobiernos de izquierda, se pueden identificar que los estímulos sociales enfocados en los niveles socioeconómicos más vulnerables se traducen en crecimientos en consumo en los primeros años de implementación. También se encuentran programas en común que están dirigidos al aumento de salarios mínimos, subsidios a desempleo, asignaciones por hijo, apoyos a madres solteras, bonos, subsidios y tarjetas de alimentos, desarrollo de industria interna y fortalecimiento de sectores fuertes para cada país.
Además, se determina qué impacto ha habido y se destaca un crecimiento consumo por un periodo mínimo 5 años, con un crecimiento de marcas líderes en cada país, aumento de consumo de estratos bajos y por tanto aumento en penetración para categorías en donde antes estos grupos no podían acceder, ganancia de penetración del canal moderno, crecimiento de diferentes sub-canastas o necesidades como: aseo personal/hogar, indulgencia, salud, belleza y practicidad.
Es importante destacar que este crecimiento depende de la administración que lleve el gobierno a largo plazo, se necesitan dos factores para que el crecimiento del país también se sostenga:
- Un control de la inflación que se mantenga por debajo del crecimiento del salario mínimo, permitiendo que el acceso a estas marcas y categorías nuevas sea sostenido.
- Administración de los recursos públicos para acompañar las ayudas sociales de otros programas que fortalezcan la economía en estos niveles socioeconómicos bajos.
Agregó Gómez que “Para Colombia, con la reciente posesión del nuevo gobierno, se espera la implementación y ejecución de propuestas que prometen acelerar el consumo y la producción que benefician a la mujer dándole acceso a la tierra, educación gratuita, crédito y un ingreso mínimo básico; a la infancia eliminando la corrupción del Plan de Alimentación Escolar y entregándole una asistencia alimentaria; y a la productividad cerrando la brecha de la desigualdad, transformando el campo y garantizando el derecho a la tierra”.




