En medio del choque con EE. UU., García-Peña planta bandera de estabilidad

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Durante el turbulento episodio diplomático entre Colombia y Estados Unidos, marcado por intercambios de declaraciones presidenciales, revocaciones de visas y llamados a consultas, el embajador colombiano en Washington, Daniel García-Peña, ha emergido como una figura de mesura, persistencia y puente institucional. A sus 68 años, el diplomático con formación académica y amplia trayectoria política y cultural, ha asumido un papel clave para contener la crisis y buscar mecanismos de diálogo donde el ruido político parecía predominar.

Antecedentes de la crisis

La tensión bilateral escaló en meses recientes por una serie de acciones y reacciones entre Bogotá y Washington. El punto álgido ocurrió cuando el gobierno de Estados Unidos decidió revocar la visa del presidente Gustavo Petro para ingresar al país, medida que fue respondida por la canciller colombiana Rosa Villavicencio renunciando a su propia visa diplomática como gesto simbólico de protesta.

Este episodio diplomático se sumó a un entorno preexistente de desconfianza: Estados Unidos cuestionaba las políticas antinarcóticos del gobierno colombiano, mientras en Colombia había críticas sobre el enfoque que Washington imponía en la agenda bilateral.

Ante este escenario, ambos países tomaron medidas de protesta diplomática: Washington llamó a consultas a su embajador en Bogotá; Colombia hizo lo propio con sus representantes. Además, la incertidumbre creció en torno a la certificación estadounidense (u “certificación”) de Colombia en la lucha contra el narcotráfico, un mecanismo que condiciona cooperación y ayuda. García-Peña ha enfatizado los riesgos de una descertificación, señalando que “solo favorece a los criminales”.

Quién es Daniel García-Peña

Daniel García-Peña Jaramillo es historiador, académico, periodista y político colombiano. Fue Alto Comisionado para la Paz durante el gobierno de Ernesto Samper (1995–1998), profesor universitario en la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes, y analista en medios de opinión. En 2024 fue nombrado embajador de Colombia ante Estados Unidos, tras un breve periodo como viceministro de Relaciones Exteriores.

Su estilo diplomático se define por dos rasgos: cautela retórica y persistencia institucional. En momentos en los que la retórica oficial —especialmente desde el más alto nivel del gobierno— adoptaba un tono confrontativo, García-Peña ha intentado fungir como intermediario creíble con las autoridades estadounidenses, buscando preservar canales de interlocución incluso cuando la relación política se tensiona.

Acciones diplomáticas destacadas en la crisis

  1. Llamados públicos a la mesura
    En medio del conflicto, el embajador hizo declaraciones enfatizando la necesidad de “mesura” y evitando respuestas beligerantes, insistiendo en que el vínculo con Estados Unidos es estratégico y no puede ignorarse.
  2. Campaña de comunicación institucional
    García-Peña reforzó los vínculos con universidades, medios y ONG estadounidenses para contrarrestar percepciones negativas sobre las políticas de Colombia, subrayando la continuidad histórica de la cooperación bilateral.
  3. Advertencias sobre la descertificación
    Ante la posibilidad de que EE. UU. aplicara una descertificación —es decir, retirar el reconocimiento oficial a las políticas antinarcóticos colombianas— García-Peña aseguró que dicha medida “solo favorece a los criminales” y presionó para que Washington considere contextos locales y resultados reales.
  4. Normalización diplomática y gestos reconciliatorios
    Tras el punto más álgido, el presidente Gustavo Petro decidió reintegrar al embajador a Washington con declaraciones de disculpa hacia autoridades estadounidenses como Marco Rubio, con García-Peña como mensajero principal.

Dilemas y desafíos que enfrenta

  • Limitaciones estructurales
    Aunque el embajador actúa con cautela, su margen de maniobra está constreñido por la retórica presidencial y las directrices de política exterior desde Bogotá. En varias ocasiones, ha tenido que aclarar que ciertos mensajes no fueron coordinados con él directamente.
  • Presión sobre la cooperación antinarcóticos
    La posibilidad de que EE. UU. imponga sanciones o corte ayudas vinculadas a la lucha contra las drogas es una amenaza latente. García-Peña ha defendido que Colombia debe seguir comprometida con ese esfuerzo, incluso si la Casa Blanca decide imponer condiciones políticas.
  • Credibilidad ante audiencias diversas
    Debe equilibrar la exigencia de defensa soberana frente a tensiones diplomáticas con el interés de mantener relaciones funcionales con actores estadounidenses relevantes (Congreso, agencias federales, universidades). Su éxito depende de proyectar confianza en múltiples audiencias.
  • Incertidumbre en el mandato y continuidad política
    Al asumir una misión cargada de expectativas en un contexto volátil, su posición podría quedar condicionada por los cambios en la administración de EE. UU. o por la evolución del ciclo político interno colombiano.

Balance provisional

Hasta ahora, García-Peña ha resistido con una diplomacia no espectacular pero firme: mantiene interlocución con Washington incluso en momentos de enfrentamiento, advierte sobre riesgos de rupturas en cooperación, y defiende la importancia estratégica de la alianza bilateral. En medio de una tormenta política, ha asumido el rol de “equilibrador institucional” dentro del aparato exterior colombiano. Sin embargo, su éxito dependerá de que el diálogo sobreviva a la presión política y de que ambas partes privilegien resultados por encima de elocuencia retórica.


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