El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), a través de su Media Lab, llevó a cabo el primer estudio que cuantifica cómo el uso intensivo de modelos de lenguaje como ChatGPT puede afectar la actividad cerebral. Aunque los científicos aclaran que los resultados son preliminares y no deben interpretarse de forma alarmista, admiten que los hallazgos despiertan preocupación sobre el uso creciente de estas herramientas, especialmente en contextos educativos.
Los investigadores hicieron énfasis en que no se trata de decir que la inteligencia artificial “nos vuelve tontos”, pues ese tipo de lenguaje simplifica en exceso el análisis. La investigadora principal, Nataliya Kosmyna, dejó claro: “Por favor, no usen palabras como ‘estúpido’, ‘tonto’ o ‘descerebrado’. Eso desvirtúa nuestro trabajo”.
Así se realizó el estudio: escribir ensayos con y sin ayuda tecnológica
El experimento incluyó a 54 participantes distribuidos en tres grupos: uno usó un modelo de lenguaje como ChatGPT (grupo LLM), otro utilizó motores de búsqueda, y el tercero no tuvo ningún tipo de ayuda tecnológica (grupo Solo Cerebro). Todos debían escribir ensayos bajo condiciones específicas, mientras su actividad cerebral se medía con electroencefalografía (EEG).
En una etapa clave del experimento, los roles se invirtieron: los que usaban IA debieron dejarla, y los que trabajaban sin asistencia empezaron a usar herramientas tecnológicas. Los investigadores analizaron los niveles de esfuerzo cognitivo, carga mental y activación de distintas zonas cerebrales.
Resultados: menos conexión cerebral con más asistencia tecnológica
Los datos del EEG mostraron una relación clara entre el uso de asistencia tecnológica y la reducción de la conectividad neuronal. Los participantes que trabajaron sin ayuda exhibieron las redes cerebrales más fuertes y activas, mientras que aquellos que usaron ChatGPT mostraron el acoplamiento neuronal más débil.
Durante la cuarta sesión, los que dejaron de usar IA evidenciaron una caída en la activación de redes alfa y beta, asociadas con la concentración y la memoria, mientras que quienes empezaron a usarla mejoraron visualmente su procesamiento, pero no igualaron el nivel cognitivo del grupo que no usó asistencia al principio.
Una advertencia con base científica, aunque preliminar
A pesar de que el estudio aún no ha sido revisado por pares y la muestra es limitada, los resultados encendieron las alertas entre los expertos del MIT. Advierten sobre una posible disminución de las habilidades de aprendizaje a medida que se normaliza el uso de la IA en la vida diaria, especialmente en tareas que antes requerían esfuerzo cognitivo sostenido, como la redacción o el análisis.
Kosmyna explicó que decidieron publicar los resultados para generar una discusión crítica y necesaria sobre el impacto a largo plazo del uso constante de la inteligencia artificial. “A medida que la sociedad privilegia la conveniencia inmediata, podríamos estar sacrificando el desarrollo cerebral futuro”, concluyó la investigadora.




