En un mundo competitivo y lleno de expectativas, muchas personas experimentan una sensación desconcertante: a pesar de sus logros y habilidades, sienten que no merecen su éxito y temen ser descubiertas como un fraude. Este fenómeno psicológico, conocido como el síndrome del impostor, ha afectado a miles de personas, desde estudiantes hasta profesionales exitosos, generando dudas constantes sobre su propio valor.
El síndrome del impostor fue identificado en 1978 por las psicólogas Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes. Aunque en sus comienzos fue observado principalmente en mujeres de alto rendimiento, estudios posteriores han demostrado que tanto hombres como mujeres pueden padecerlo. Se estima que entre el 9% y el 82% de las personas en diversas áreas, ya sea académicas o profesionales, experimentan este sentimiento en algún momento de sus vidas.
Las personas con este síndrome suelen restar valor a sus logros, atribuyéndolos a factores externos como la suerte o la casualidad, y no a sus propias capacidades. Esto puede generar una constante sensación de inseguridad y ansiedad, y llevar a comportamientos autolimitantes, como evitar desafíos o esfuerzos excesivos por la perfección.
Este fenómeno resalta una verdad importante: el éxito no siempre es fácil de gestionar, y todos, incluso los más exitosos, pueden tener dudas. Lo esencial es recordar que esos logros son el reflejo del esfuerzo y la dedicación, y merecen ser celebrados, no minimizados.

															


