La plaza Cayzedo es uno de los lugares más icónicos de la ciudad, pues este es el punto de central donde miles de personas se encuentran a diario, ya sea para hacer distintos trámites en el centro de la ciudad o para conocer un poco más sobre la historia de la Sucursal del Cielo.

No obstante, en ese lugar donde hoy se encuentra el Palacio Nacional, la catedral de San Pedro, el edificio Otero, entre otras edificaciones, se encontró el primer cementerio católico de la ciudad.
“Cuando se funda la ciudad, la catedral de San Pedro fue denominada como la iglesia matriz y todo el terreno que está contiguo a ella, hasta la esquina de la calle 12 se designó como el primer cementerio público”, explicó el historiador y fundador de la publicación Cali Antiguo, Ricardo Realpe.
Y es que en tiempos de la colonia el manejo de los difuntos se hacía principalmente en las distintas iglesias, cada una solía tener un camposanto, no obstante, para 1781, tras una epidemia de gripe en el País Vasco, España, se emitió una cedula real para toda la América hispánica que determinaba que toda ciudad o pueblo debía tener un cementerio público.
Para 1793, en los terrenos aledaños a la Plaza Cayzedo, donde hoy se encuentra el antiguo Palacio Arzobispal, se fundó el primer cementerio público de Cali, se quedaría ahí hasta 1828 cuando se determinó que los camposantos debían estar en las periferias de la ciudad, trasladando el recinto a lo que sería su segunda ubicación, en donde hoy se encuentra el parque de San Nicolás.
“En el Parque 20 Julio, también llamado como el Parque de San Nicolás, en 1806 se construyó la primera iglesia, conocida como la Ermita de San Nicolás, más de veinte años después, se traslada el cementerio de la Plaza Cayzedo y se ubica en esta zona. Casi 60 años después se inició la construcción de la iglesia que en la actualidad se ubica en este barrio”, relató Realpe.
Décadas después, ya en 1852, se creó el camposanto más antiguo que conserva la ciudad, pues fue en ese año cuando se fundó el Cementerio Central, uno que guarda la memoria de la ciudad, contando con el lugar de descanso de personas y hechos que marcaron historia, como la tumba de Jovita Feijóo y el monumento a las personas que fallecieron el 7 de agosto de 1956.


