El rol clave del Papa León XIV en la caída del Sodalicio

[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

Años antes de ser elegido como Papa León XIV, el cardenal Robert Prevost ya era una figura conocida en Perú, especialmente por su trabajo como obispo de Chiclayo, donde dejó huella por su cercanía pastoral y su sencillez. Sin embargo, uno de los episodios más complejos y determinantes de su carrera no ocurrió en una parroquia ni en una ceremonia litúrgica, sino en medio de un escándalo que sacudió los cimientos de la Iglesia en América Latina: los abusos cometidos dentro del Sodalicio de Vida Cristiana.

Este influyente movimiento laico fundado en Lima, con fuerte presencia en círculos conservadores y una imagen de élite católica, fue denunciado por abusos físicos, psicológicos y sexuales cometidos durante décadas por algunos de sus líderes fundadores, entre ellos Luis Fernando Figari. Las víctimas, muchas de ellas jóvenes vinculados desde temprana edad al grupo, enfrentaron no solo a sus agresores, sino también el encubrimiento sistemático y la complicidad silenciosa de sectores dentro de la jerarquía eclesiástica peruana.

Un liderazgo incómodo, pero necesario

Desde su posición como obispo en Perú y luego como prefecto del Dicasterio para los Obispos en el Vaticano, Prevost —ya como cardenal— fue considerado por muchos como una figura clave en la presión interna para que el Vaticano tomara medidas firmes. Su conocimiento cercano de la realidad peruana, su contacto con víctimas y su voluntad de romper el pacto de silencio que imperó durante años, lo convirtieron en una voz que no pudo ser ignorada en Roma.

Aunque la decisión final de disolver el Sodalicio la tomó el papa Francisco, esta se produjo solo días antes de su muerte, lo que ha llevado a muchos a señalar que fue Prevost, ya como León XIV, quien habría garantizado que el proceso se concretara y no quedara en el limbo tras la transición papal.

Un movimiento considerado “intocable”

Durante años, el Sodalicio fue percibido como intocable, con respaldo económico, político y mediático. Sin embargo, testimonios de víctimas y denuncias periodísticas —como el libro Mitad monjes, mitad soldados, de Pedro Salinas y Paola Ugaz— rompieron el cerco de protección. Aún así, la respuesta institucional fue lenta.

Fuentes cercanas al proceso eclesiástico aseguran que sin la intervención persistente de Prevost, es probable que el caso hubiera sido archivado o diluido, como ocurrió con otros escándalos en la región. En cambio, la disolución del grupo marca un hito sin precedentes en el manejo de abusos dentro de estructuras católicas en América Latina.

El legado de una decisión

Hoy, el papa León XIV es recordado no solo como pastor y teólogo, sino también como el pontífice que puso fin a una de las organizaciones más cuestionadas del catolicismo contemporáneo en el continente. Para las víctimas, su papel fue decisivo: el impulso que finalmente quebró la impunidad de un sistema que, durante demasiado tiempo, se blindó tras los muros del silencio y la obediencia.


Compartir en

Te Puede Interesar