Marisol tiene 60 años, es seropositiva y vive en primera persona un envejecimiento acelerado. “Desde la menopausia caí en picado. Empecé con problemas vasculares. Envejezco antes, los achaques que otros tienen a los 60 yo ya los tengo. Es un cansancio infinito, no tengo energía para nada. Ando veinte metros y me canso, me falta el aire”, se lamenta
Los nuevos tratamientos antirretrovirales han permitido igualar la esperanza de vida de los personas con VIH a la de la población general. Pero la comunidad médica trata ahora de averiguar de qué manera hacer frente a un envejecimiento acelerado.
En los últimos diez años el porcentaje de pacientes con VIH mayor de 50 años ha pasado del 8% a más del 50%. Los modelos de predicción señalan que en 2030 la cifra alcanzará el 75%. Se hace imprescindible, por tanto, un abordaje global.
José Ramón Blanco, médico del Hospital San Pedro y del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR) lleva años trabajando con este horizonte. “Lo que nos preocupa no es que se ganen años sino calidad de vida”, explica. Y es que los pacientes sufren las mismas patologías que la población general, pero las sufren antes: “A un paciente con VIH se le considera de edad avanzada a los 50 años, cuando para la población general el corte está en los 65”.
Blanco habla de “fragilidad”. Fragilidad entendida como el riesgo de una persona de padecer peor estado de salud que otra con la misma edad. Algo que tiene que ver con la debilidad, con la baja resistencia al esfuerzo, con la lentitud, con la baja actividad física, con la pérdida de peso… “Debemos al menos garantizar la autonomía de estas personas”, concluye.
A juicio de este especialista, es imprescindible emprender un abordaje global del VIH, lo que significa sobre todo que atención primaria, geriatría y farmacia, entre otras áreas, trabajen coordinadamente. “No se puede atender este tema desde departamentos estancos. Con Primaria, debemos plantear un cambio de estilo de vida: dieta mediterránea, no al tabaco, vacunaciones, ejercicio… Primaria es también clave para evitar el diagnóstico tardío”, explica.
Y es que el VIH suele afectar mayoritariamente a gente joven, así que cuando se trata de gente mayor y sus síntomas coinciden con patologías asociadas a la edad es fácil que su diagnóstico se retrase. “No debemos olvidar que el 15% de los nuevos diagnósticos cada año corresponde a gente por encima de los 50 años”, recuerda
Blanco. Eso provoca que cuando el paciente llega a la consulta se encuentra en peores condiciones, por lo que su recuperación después del tratamiento suele ser más lenta. “Cáncer, problemas cardiovasculares, problemas renales, osteoporosis, deterioro neurocognitivo… Hay que frenar el envejecimiento de los pacientes”, insiste.



