Entre goles, aplausos y sonrisas, el barrio San Francisco, en la Comuna 7 de Buenaventura, vivió una jornada que quedará en la memoria de muchos. No se trató solo de un torneo más, sino de una apuesta por transformar vidas. El Campeonato por la Vida llevó a niños, niñas y adolescentes a un terreno de juego que va mucho más allá de lo deportivo: el de la convivencia, el respeto y la esperanza.
Organizado en conjunto por líderes comunitarios, instructores deportivos y la Policía Nacional, este evento deportivo buscó recuperar espacios abandonados y convertirlos en escenarios de encuentro. La idea fue clara: usar el fútbol como herramienta para sembrar valores y alejar a los jóvenes de riesgos que tanto amenazan su futuro. Durante el campeonato, las familias salieron de sus casas, los vecinos se reencontraron y los niños corrieron libres por una cancha que, por un día, se llenó de alegría y oportunidades. En palabras sencillas, San Francisco volvió a latir con fuerza.
Entrenador
Víctor Fabio Hurtado Bolaños, instructor deportivo y uno de los líderes de este proceso, resaltó el impacto del torneo. “Se hizo un campeonato para construir valores. Enseñamos a los niños a compartir en paz, con sus familias, y a crecer haciendo el bien.”.
Pero más allá del balón rodando, el “Campeonato por la Vida” sembró semillas a largo plazo. Uno de los logros más significativos fue el inicio de la cívica infantil y juvenil: una iniciativa que busca formar líderes con sentido de pertenencia, capaces de trabajar por su comunidad desde la honestidad, la solidaridad y la responsabilidad.
Este movimiento deportivo y social fue acompañado de manera activa por la Policía Nacional, que no solo garantizó la seguridad, sino que se convirtió en aliada estratégica de los habitantes. El coronel y su equipo estuvieron presentes durante toda la jornada, demostrando que cuando las instituciones se acercan con respeto, la comunidad responde con confianza.
El torneo cerró con una sensación compartida: que Buenaventura puede ser un lugar distinto si se cree en sus niños, si se les da espacio para crecer lejos de la violencia y cerca del juego limpio. La transformación social no siempre llega desde arriba. A veces comienza con un balón, una cancha y una comunidad que se niega a rendirse. Así fue en San Francisco, donde el deporte fue más que una competencia: fue una celebración de la vida.



