El pueblo turkana: cómo la genética les permitió sobrevivir a una dieta que enfermaría a otros

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Mientras en muchas partes del mundo se lanzan advertencias contra las dietas ricas en grasas animales, una comunidad en el norte de Kenia desafía las reglas convencionales de la nutrición. Se trata del pueblo turkana, una sociedad ancestral que ha evolucionado para sobrevivir —y prosperar— con un régimen alimenticio que haría temblar a cualquier cardiólogo occidental.

En las áridas llanuras del norte keniano, los turkana subsisten mayoritariamente de sus rebaños. Su dieta está compuesta en un 80 % por leche, carne y sangre de vacas, cabras y camellos. Bajo un clima abrasador, donde las temperaturas superan los 38 °C, esta alimentación —rica en grasas y proteínas animales— es la clave de su supervivencia.

“Si una persona promedio adoptara esta dieta, probablemente caería enferma en poco tiempo”, afirmó el biólogo Julien Ayroles, en declaraciones a UC Berkeley News. “Pero los turkana han vivido generaciones comiendo así. Su genética se ha ajustado a ese entorno extremo”.

Adaptación genética al límite: el hallazgo del gen STC1

En colaboración con líderes comunitarios, un equipo internacional de investigadores analizó los genomas de cerca de 5.000 miembros de la comunidad turkana. El estudio, publicado en la revista Science, secuenció 367 genomas completos y examinó más de siete millones de variantes genéticas.

Los científicos identificaron ocho regiones del ADN que mostraban señales claras de evolución adaptativa. Entre ellas, el gen STC1 destacó como una pieza clave. Este gen, altamente activo en los riñones, produce una proteína crucial para conservar agua en condiciones de deshidratación extrema.

“Este gen se enciende cuando el cuerpo entra en modo de ahorro de agua, exactamente lo que uno necesita si camina 10 kilómetros al día bajo un sol implacable”, explicó Ayroles a Live Science.

Evolución en acción

Los hallazgos no solo muestran cómo el entorno puede esculpir el ADN humano a lo largo de generaciones, sino que también ponen en cuestión los estándares universales de salud nutricional. Lo que es tóxico en un contexto puede ser vital en otro.

Este estudio es un ejemplo potente de cómo la biología humana sigue adaptándose a su entorno, especialmente en poblaciones que viven en condiciones extremas. También recuerda que la diversidad genética y cultural del mundo es clave para entender la salud desde una perspectiva verdaderamente global.


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